Odio Buenos Aires, qué ciudad absurda, no se puede fumar en ningún bar, resto, boliche. Odio, cómo odio Buenos Aires, sus avenidas ruidosas, las neurosis de sus gentes, lo rutinario de su cocina... las ínfulas de grandeza que se da esta urbe que aspira a ser europea y que queriendo ser todo no es nada, nada más que ella.
Auténtica. Impredecible. No odio Baires. Al contrario, he llegado a amarla. Sólo me duelen, como dice el tango, los dolores del por siempre que hoy murió. Se me acaban los días. Pero no quiero postergar la marcha: ¿a qué sufrir en una semana en lugar de ahora? Intentaba pelearme con ella, con la ciudad, insultándola. No me sale y, además, en cierto sentido, vengo peleándome con ella desde que llegué: y creo que ambos, Capital y yo, sacamos el mismo placer de la lucha. El gusto del roce, la fricción, como un amigo del que se adora hasta su mal carácter.
¿Qué voy a extrañar más? Obvio que a la gente. Gente linda, gente amorosa. Gente chiflada, gente piantada. Los sonidos. Buenos Aires, que no entra por los ojos sino por el oído. Buenos Aires es una experiencia psicológica que requiere mucho esfuerzo físico para ser aguantada. Si uno vence, ama.
Así que, después de la carrera, lo peor que puedo decir de Buenos Aires es que está prohibido fumar en los espacios públicos, por Ley 1.799, de control del tabaco de la ciudad autónoma de Bs. As.- . Gracias, quédese con la vuelta.
Geografía de las fotos: L.N.Alem, Independencia y Perú, Plaza Francia, Cabildo, Bosques de Palermo, Puerto Madero, Giuffre, Corrientes, Santa Fe y Junín; 9 de Julio.
Esta ciudad está embrujada, sin saber... por el hechizo cautivante de volver.
No sé si para bien, no sé si para mal, volver tiene la magia de un ritual. Yo soy de aquí, de otro lugar no puedo ser... ¡Me reconozco en la costumbre de volver!
Al reencontrarme en mí, al valorar después, las cosas que perdí, ¡La vida que se fue!
Llegué y casi estoy, a punto de partir... Sintiendo que me voy, y no me quiero ir.
Doblé la esquina de mí misma, para comprender,
¡que nadie escapa al fatalismo de su propio ser!
Y estoy pisando tus baldosas, ¡floreciéndome las rosas por volver!
Esta ciudad no sé si existe, si es así... ¡O algún poeta la ha inventado para mí!
Es como una mujer, profética y fatal, ¡pidiendo el sacrificio hasta el final!
Pero también tiene otra voz, tiene otra piel;
y el gesto abierto de la mesa de café...
El sentimiento en flor, la mano fraternal
y el rostro del amor en cada umbral.
Ya sé que no es casual, haber nacido aquí y ser un poco así...
triste y sentimental.
Ya sé que no es casual, que un fueye por los dos,
nos cante el funeral
para decir... ¡Adiós!
Decirte adiós a vos... ya ves, no puede ser.
Si siempre y siempre sos ¡UNA RAZóN PARA VOLVER!
Siempre se vuelve a Buenos Aires a buscar
esa manera melancólica de amar...
Lo sabe sólo aquel que tuvo que vivir
enfermo de nostalgia...
¡Casi a punto de morir!
No sé si para bien, no sé si para mal, volver tiene la magia de un ritual. Yo soy de aquí, de otro lugar no puedo ser... ¡Me reconozco en la costumbre de volver!
Al reencontrarme en mí, al valorar después, las cosas que perdí, ¡La vida que se fue!
Llegué y casi estoy, a punto de partir... Sintiendo que me voy, y no me quiero ir.
Doblé la esquina de mí misma, para comprender,
¡que nadie escapa al fatalismo de su propio ser!
Y estoy pisando tus baldosas, ¡floreciéndome las rosas por volver!
Esta ciudad no sé si existe, si es así... ¡O algún poeta la ha inventado para mí!
Es como una mujer, profética y fatal, ¡pidiendo el sacrificio hasta el final!
Pero también tiene otra voz, tiene otra piel;
y el gesto abierto de la mesa de café...
El sentimiento en flor, la mano fraternal
y el rostro del amor en cada umbral.
Ya sé que no es casual, haber nacido aquí y ser un poco así...
triste y sentimental.
Ya sé que no es casual, que un fueye por los dos,
nos cante el funeral
para decir... ¡Adiós!
Decirte adiós a vos... ya ves, no puede ser.
Si siempre y siempre sos ¡UNA RAZóN PARA VOLVER!
Siempre se vuelve a Buenos Aires a buscar
esa manera melancólica de amar...
Lo sabe sólo aquel que tuvo que vivir
enfermo de nostalgia...
¡Casi a punto de morir!
Siempre se vuelve a Buenos Aires. Música de Astor Piazzolla, letra de Eladia Blázquez
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