viernes, 5 de junio de 2009

Erecciones Europeas, ¿quién la tiene más grande?


La información es poder, decía ayer, por eso cuesta dinero o es mala. Este tipo de declaraciones son las que últimamente hacen los directores y dueños de periódicos, en España y en Europa; el Estado debe ayudarnos, la competencia –internet- nos está destrozando, la crisis no ayuda. En Estados Unidos quebró hace ya medio año la propietaria del Chicago Tribune, el icónico New York Times sigue el mismo camino pero allí la prensa debate precisamente la rareza que constituye que un presidente ayude a las automobilísticas y que ahora “nacionalice” General Motors.

Fue durante este mes, en mi última visita a los EEUU, que me quise empezar una crónica sobre mi Europa. En teoría, y a pesar de mis decisiones sentimentales –si es que el corazón elige-, me siento europeo en parte debido a que me identifico mejor con la generalidad de los europeos que, como un ejemplo entre muchos, con los norteamericanos. Fue precisamente mi marido norteamericano el que activó en mí una necesidad casi bélica de explicar y explicarme Europa, cuando me dijo, al poco de conocernos, que esa Europa de la que hablo existe sólo en mis sueños. Fue una bronca de nivel que casi manda al traste una relación recién iniciada.

He crecido en y con Europa. Mi primera estancia fuera del país, en Europa, no fue Erasmus, aunque el concepto ya no nos era habitual, sino con otra beca de la UE: estudiantes de diez nacionalidades (incluida Turquía), profesores alemanes y checos, y docencia en inglés. Europa siempre me ha parecido natural y hermosa, si bien algo indefensa debido a que su Historia la hace dudar de sí misma: Europa es autoconsciente y a menudo extraordinariamente autocrítica, llegando a bloquearse –política y culturalmente- en muchas ocasiones debido a su pasado.

Su tibieza respecto a Israel, es un ejemplo; Alemania, Suecia o Francia no pueden criticar la política de Israelí por pánico a parecer antisemitas. Otro ejemplo es la celeridad con que se retiran de la vida pública espectáculos u obras de arte que ofenden la moral del Corán, sin importar que Europa ha celebrado como un bien ganado el destierro (relativo) del Vaticano de la política y los estamentos del poder.

Sin embargo encuentro que Europa resulta también terriblemente engreída cuando se compara a sí misma con otros continentes o países (estamos de vuelta en el Eurocentrismo), especialmente cuando lo hace con los Estados Unidos de América. Una de mis conclusiones últimas y más sencillas es que el europeo medio, urbanita, se compara a sí mismo con el granjero americano, una comparación del todo injusta; sería más equitativo comparar a un aldeano del interior de Albacete con el vaquero de Texas, o a un ciudadano de San Francisco con un vienés. Os aseguro que realizar este ejercicio mental es sorprendente.

Estando en América esta última vez visité la casa donde se retiró y murió endeudado Thomas Jefferson, tercer presidente del país y autor de la Declaración de Independencia. Los años de la Independencia Americana, como los de la Revolución Francesa o Rusa, son fascinantes en los grandes y en los pequeños detalles, en la masa y en los individuos. Y están llenas de contradicciones. Jefferson detestaba la esclavitud pero, aunque supo liberar a América de Inglaterra, no consiguió reinventarse a sí mismo y dejar de tener esclavos hasta su muerte. Jefferson tampoco vivió (afortundamente) para ver que el país que ayudó a fundar con grandeza histórica aniquiló a casi la mitad de su población en una Guerra Civil de Secesión. Lincoln fue asesinado por un separatista al terminar la Guerra, y la propia Casa Blanca fue levantada por esclavos. Sin embargo América creó en aquel momento nuevos estándares para la civilización, que reclaman a menudo con grandilocuencia, pero algunos de los cuales han ido perdiendo lustre por este camino de 200 años.

Pensé en que el Viejo continente es paradójicamente muy Nuevo, en la longitud de la Historia, como Unión Europea. Tardaremos décadas y cometeremos errores en el camino que transitamos, sea el que sea. Aún no sabemos cómo manejar lo que estamos creando, aún es perfectible; la independencia y la revolución Americana no ocurrieron a la vez, y los EEUU pasaron años sin una constitución que los diferentes Estados fueron ratificando durante casi una década y que aún hoy se sigue enmendando. Cada proceso de ampliación del país, hacia el oeste o el sur, requirió un esfuerzo grande, muchas veces una guerra, otras veces décadas; se habló tempranamente de una ampliación que incluyera también a toda la América del Sur. E intentaron separarse, una vez unidos.

Durante este periodo electoral pasé por París y me gustó encontrarme con jóvenes que informaban e invitaban a participar a los viandantes en las elecciones. Cuando Francia votó No al referendum sobre la Constitución sentí desazón, pero entiendo que a pesar de las vacilaciones del proceso estamos en un camino sin retorno, ya inevitable. Para mí, como para tantos jóvenes, Europa ya no es cuestión a refrendar: cómo construirla y modificarla sí, pero ya no está en duda la misma idea de esta Unión Europea que, como ocurrió con “Estados Unidos” y “América” ha acabado por devorar onomásticamente al continente: Europa.

No me gusta que Europa quede paralizada, como no me gusta su engreimiento. Considero que hay ciertamente valores que Europa caracteriza mejor, por su reciente historia, pero hay que luchar por ellos. La Seguridad Social, las jubilaciones, la educación universal gratuita, la libertad de prensa o de investigación, la laicidad o la intervención estatal –o pública- son algunos ejemplos de ganancias que no son perpetuas: Europa sigue ya una senda, dedicada a la Unión y un milagroso entendimiento entre naciones, pero a cada paso se construye e inventa. Estoy muy lejos de incomodarme que Estados Unidos, a través de su presidente, haga suyas ideas que considerábamos, quizás con engreimiento, europeas; me asusta no obstante pensar en que aquí podamos perder, por el camino, esas ideas.

Un hombre negro ocupa hoy la Casa Blanca, y desde ella gobierna los EEUU de América. Cuando George Bush ha dejado de patanear por el planeta las vergüenzas de nuestros líderes tienen menos excusa; era fácil estar a la altura y confiar, sin alzar la voz porque no era necesario, en la superioridad moral e intelectual de Europa. Todos los periódicos europeos excepto uno recogían hoy una noticia en su primera plana: Obama y su impresionante discurso en Cairo, los ojos del planeta, en medio de las elecciones europeas, vueltos hacia Egipto y América. Por la tarde la prensa europea se había actualizado y se hacía eco de las fotos que El País llevaba hoy en primera, las de Berlusconi y un ex primer ministro checo, desnudo, rodeados de jovencitas y menores de edad. Más tarde la prensa se actualizaba: Obama en el campo de concentración de Buchenwald, con Angela Merkel, Obama conmemorando el desembarco de Normandía, con Sarkozy. Europa, noticia gracias a América, y a las erecciones de este tipo que bromeaba respecto a Obama.

Según se desarrolle estos días el tema Berlusconi sabremos si el escandalizarse de Europa ante la caza de brujas Stern-Clinton-Lewinsky (¡pero cómo, hacer un tema político de una cosa privada!) fue justo o sólo una pose; lo sabremos si se le exigen cuentas a Berlusconi por su ser tan báquico o por haber mentido a su país y tal vez haber incurrido en un delito. Veremos si el debate que se ha iniciado en torno a la información que es poder, se mantiene en esos términos y en por qué Europa permite que un presidente en su Unión secuestre a los medios informativos del país, denunciando para ello a toda la prensa europea y acusándola de formar un complot. Tampoco quedaremos bien si no se le pide ninguna cuenta.

Sería sorprendente pero no inaudito que la historia volviera a girar: las revueltas sindicales comenzaron casi un siglo antes que el europeo mayo del 68 en el Chicago de finales del siglo XIX. Obama parece dispuesto a cambiar los modos diplomáticos de Washington, crear un sistema sanitario universal en su país, eliminar prejuicios históricos, potenciar la investigación con células madre y el uso de energías renovables e incluso conjurar al demonio y hacer intervenir al gobierno en la economía.

Y Europa se renueva una vez más con líderes de la derecha en los gobiernos de la mayoría de países. Si alguien quiere discutir que la derecha europea es necesariamente una derecha social y la izquierda americana no existe, les pediría que analicen qué tipo de gobierno tiene la República Checa, cómo fue hasta hace un año la Polonia de los Kaczynski (allí y aquí en Europa), que me indiquen cómo llegar a la izquierda italiana y que me resuelvan la duda de por qué hasta los líderes de izquierda, Zapatero incluido, apoyan la reeleción de Durao Barroso, ex primer ministro portugués y anfitrión de la Foto de las Azores, como Presidente de la Comisión. Mientras estaba en América ha ocurrido además que varios Estados legalizaron el matrimonio homosexual, contándose ahora hasta siete (Massachusetts,Connecticut, Iowa, Maine, New Hampshire, New York y Vermont, más California, en litigio) frente a cinco estados europeos (Bélgica, Países Bajos, Suecia, Noruega y España) .

Una última comparación histórica con Estados Unidos me parece romántica y me hace soñar con una Europa mejor y que puedo entender. Durante los primeros años de la Revolución, antes de que América entrara en Guerra, cada Colonia (no eran Estados aún) enviaba representantes a Filadelfia o Baltimore para debatir sobre la cuestiones de la Guerra contra Inglaterra o cómo declarar, si se hacía, la Independencia. Cuando se creó el Congreso, años después, el sistema era parecido: los caminos que debían recorrer los congresistas, desde sus Estados hasta Washington, eran malos y considerables en distancia, pero su marcha representaba que llevaban las ideas de sus electores para ser defendidas en la Capital. Allí eran representantes de su pueblo geográfico pero también de unos colores, partidos, o modos de ver América.

Hay que enviar a nuestros mejores hombres y mujeres a Europa. No sólo para que defiendan nuestro territorio, pues definitivamente Europa camina unida y en principio el perjuicio de unos es el de todos, sino para que defiendan nuestros colores, identidades y voluntades, pues definitivamente Europa camina unida y en principio el beneficio de unos es el beneficio de todos. ¿Qué elegimos? ¿Qué soñamos? ¿Cómo vamos a hacer girar la rueda? ¿Quedará el Este, América, a la Izquierda y Europa, el Oeste, a la derecha, tal y como ocurre si miramos un mapa del mundo desde el eurocentro? ¿Queremos estar en disposición de jugar el partido con EEUU, China, la unión de países iberoamericanos, el mundo árabe, Rusia y África? ¿Hacia dónde andamos?

He mencionado muchas veces los caminos y, sin embargo, no los hay. Ya lo dijo Machado, Se hace camino al andar.



Vehículo con bandera confederada, Virginia, US, 29 de mayo 09

EUROPA: La información es poder


Reino Unido y Holanda votaron ayer ya a sus representantes para el Parlamento Europeo. Los resultados electorales del Reino Unido se mantendrán en secreto hasta el domingo, cuando hayan votado los 27, pero los de Holanda ya son públicos: la extrema derecha ha avanzado hasta conseguir 4 escaños; el partido PVV ha arañado votos de la izquierda y la derecha, así que su lider, Geert Vilders, tendrá en el próximo parlamento cuatro votos, vinculantes, en cada elección.

Puede que la publicación de los resultados del Reino Unido (RU) se haya aplazado al ser estos, según todas las encuestas, infavorables al Gobierno, pues los británicos también votarán en clave nacional y por tanto castigarán a Brown, en retirada; también aquí avanza posiciones la derecha, frente a los laboristas, aunque otros muchos de los votos que tendrá este país en el Parlamento serán de euroescépticos.

Hay una explicación menos cínica para la decisión del Gobierno Británico de aplazar la publicación de los resultados: podría tener que ver con no interferir en los resultados electorales de otros países. Ésta sería una precaución vana, me temo, porque la desmotivación del electorado europeo y su desconocimiento sobre estas elecciones harían parecer prescindible la información sobre los resultados en otros países.

Pero la información es poder; es poder el saber que los europarlamentarios tienen abiertas líneas de comunicación con sus representados, nosotros, en el Parlamento. Es poder el conocer que fue este parlamento el que frenó el intento de directiva europea para ampliar la semana laboral a 65 horas, pese a ser el nuestro históricamente un Parlamento formado en mayor número por las derechas nacionales.

Votar a las elecciones parlamentarias europeas, e incluso solo planteárselo, es un ejercicio que requiere considerable esfuerzo. Como todo esfuerzo en la vida, depende del contexto personal el que éste sea de una futilidad agotadora, o una fuente de beneficios y aprendizaje.

Ayer apunté la responsabilidad de Europa, su Unión Política y sus Instituciones, en el obscurantismo que rodea a sus órganos de poder y sus procesos. No creo que haya voluntad de secretismo por parte de la Comisión (por ejemplo), sino que la forma en que la Unión ha crecido la ha hecho enrevesada y árida como material de estudio.

Ahora cambio “Europa, su unión política y sus instituciones” por “Europa, nuestra unión y nuestras instituciones”. El elector europeo, como cualquier ciudadano, se enfrenta a una elección fundamental cuando se descubre europeo: esperar que Europa le facilite toda la información que cree necesitar para votar –y las opciones secundarias son muchas: esperar sentado es un ejemplo- o aprender por su cuenta para qué sirven el Parlamento, la Comisión, la Comisión Europea y el Consejo. Las opciones vuelven a ser multitud, desde libros sobre el tema hasta internet; la página oficial de la Unión es una de las mejores fuentes de información y así una negación de la teoría conspirativa según la que la Unión nos prefiere ignorantes.

Pero votar a Europa hace necesario no sólo conocer el funcionamiento e importancia de nuestras instituciones políticas, incluido este Parlamento sobre el que se nos permite una elección directa, sino también un conocimiento de Europa y sus miembros cada vez más profundo.

La palabra Unión, en Unión Europea, tiene un significado real y práctico, no importa lo apegado que se encuentre un Europeo a otros países miembros o a la idea misma de la UE. Del mismo modo que el Parlamento hace leyes también para quienes no votan, el significado de Europa engloba, en 2009, a aquellos que no se identifican con la Unión.

Hoy Berlusconi es italiano, pero también es Europeo. Un Europeo o una europea que se haya enorgullecido alguna vez, frente a Estados Unidos, de contar con un sistema de protección universal en la Salud Pública o frente al desempleo, debe saber hacer suyo con honestidad y humildad los desvaríos racistas y machistas de Berlusconi. Un europeo que haya sacado los colores a EEUU aprovechando la imbecilidad de George W. Bush no puede no asumir con vergüenza –propia, no sólo ajena- los comentarios de Berlusconi sobre el bronceado de Obama. Berlusconi es italiano pero también es un exponente de Europa.

Si bien los españoles no pueden votar en las presindeciales italianas, sí tienen la capacidad de decidir en qué dirección aproximada votarán sus representantes parlamentarios en Estrasburgo.

Los ciudadanos españoles apegados a la extrema derecha pueden sentir, gracias a las elecciones en Holanda, que ya cuentan con representantes en el Parlamento. Pueden querer aportar su voto para que en el Parlamento Europeo haya, además de holandeses, racistas españolistas: en estas elecciones cada voto cuenta igual en todo el continente, al contrario que en nuestras elecciones nacionales.,Pero aquellos españoles con menos voluntad xenófoba deberían aprovechar esta información, que es poder, para contrarrestar los votos del PVV y de lo Tories británicos, el partido conservacdor de Margaret Thatcher que según todas las encuestas será ahora el más representativo de Reino Unido en el Parlamento Europeo.

Votar en clave nacional puede ser un error, cuando los temas de Europa, NUESTRA comisión y Nuestro Parlamento son diferentes a los españoles en muchos casos, y desde luego lo son a si el presidente del gobierno vuela en aviones oficiales o si un presidente autonómico está imputado por presunto cohecho; pero aún más erróneo puede ser, en esta ocasión, dejar de tomar en considerarión el otro voto, también nacional, que emitarán los diferentes países de Nuestra Unión, pues éste coloreará un Parlamento que, siento repetirlo, tomará decisiones por y para nosotros, todos y todas.
del continente, a nivel politico.

Sed poderosos.

jueves, 4 de junio de 2009

EUROCENTRISMO

París, 30 de mayo de 2009


La palabra Eurocentrismo designa la consideración de la cultura europea, sus tradiciones o instituciones, como el modelo absoluto y central desde el que ver el mundo. Este posicionamiento teórico, que en ocasiones se diluye para englobar un punto de vista centrado en el occidente del norte, rico y blanco, incurre en generalizaciones como que la Edad Media, asumidamente Europea, fue un periodo oscuro marcado por la ignorancia en el mundo: el Eurocentrismo nos lleva a obviar los avances científicos (en química, o en medicina) que se hicieron en la civilización árabe o en China en el mismo tiempo.

El Eurocentrismo de hoy en día, ese eurocentrismo de amplitud occidental, nos lleva a considerar, por ejemplo, que los países sin Democracia son inferiores a los que se regulan por medio de elecciones, Congresos o Parlamentos; en España olvidamos, con voluntariosa tendenciosidad, o con euforia inconsciente, que hasta hace sólo 30 años vivimos en dictadura, y que probablemente hubiéramos considerado una afrenta, o una injerencia extranjera inaceptable, los intentos de democratizar España desde fuera.

Hoy en día España asimila gustosa decisiones tomadas, para ella, en Bruselas, Estrasburgo y la Haya , o en aquellos cónclaves nómadas en que los presidentes de 27 países europeos se reúnen periódicamente. España, representada en este grupo de países, decide para ella y para otros, es legislada por ella y por otros, diluye sus fronteras y su autonomía (a la vez que las amplía) gracias a la Unión Europea, una unión voluntaria de países democráticos que democráticamente renovarán su Parlamento durante el fin de semana largo del 4 al 7 de junio.

El Eurocentrismo estaría justificado esta semana: sólo ocurre en la Unión Europea que los habitantes de 27 países voten conjuntamente para renovar un mismo Parlamento. La idea todavía es novedosa, el ejercicio sigue siendo un experimento, la admiración estaría justificada. Lamentablemente, ni los medios de comunicación, ávidos de cualquier información que llene páginas o tiempo de telediario miran a Europa, la estudian, la explican.

Los periódicos Estadounidenses centran su atención en Berlusconi. Sí, se celebran elecciones europeas también en Italia, pero el tema es tangencial si lo comparamos con los escándalos del nuevo Nerón. La prensa europea no presta mayor atención a sus elecciones: el gobierno británico se hunde en las encuestas después de demasiados traspiés, probablemente los laboristas deban pedir elecciones anticipadas; la crisis económica no desgasta a la alemana Merkel; Bairou, el centrista independiente, roba votos a la izquierda gala aunque su mensaje político ataca a Sarkozy. Poco análisis sobre la composición de un parlamento del que estos personajes, igual que Zapatero o Rajoy, no forman parte: el Parlamento Europeo, el mayor parlamento democrático del mundo.

Hay apatía de cara a las elecciones europeas. Y es lamentable para todos nosotros, porque apenas el 45% de los europeos en edad de votar decidirán, si las estadísticas sobre intención de votos son reales, una parte importante del futuro de 500 millones de habitantes de Europa. Si la abstención es tan alta esta vez, tendremos el que hasta será el Parlamento Europeo menos representativo de los europeos hasta la fecha

¿Y a quién culpar? En parte es un fallo de la propia Unión Europea, de su juventud e indefinición: hoy en día la Unión ha crecido hasta ser realmente una entidad política y cultural, pero en su nacimiento era poco más que un contrato económico entre un puñado de países. También la democracia norteamericana nació, en parte, por causas económicas, cuando los ministros de economía británicos elevaron los impuestos de los ciudadanos de la Colonia, aumentando levemente las ganancias de la Corona pero también, y mucho, la furia de colonos.

Hoy jueves votan ya los ciudadanos del Reino Unido. Tristemente no votan pensando cuál es el lugar en Europa de su país, el más euroescéptico del grupo pero uno fundamental, sino en los escándalos financieros del gobierno de Brown y en el desgaste del laborismo después de tres lustros en el poder. El país que fue de Jorge III manda a sus representantes al Parlamento Europeo con un espíritu muy diferente al de los Colonos americanos que decidieron su independencia, y la creación de una Unión de Estados: los delegados que eran enviados Philadelphia o Baltimore a discutir sobre la Unión debían defender los intereses de su circunscripción, pero sabían que mantenían también en mente algo mayor. Cuando el derecho al sufragio se hizo universal (para la definición del siglo XIX) se mantuvo esta tónica de la representatividad parlamentaria en el Congreso.

Los europeos somos colonos en tierra ignota, en la tierra desconocida de qué ocurre si 27 países (hoy) intentan funcionar como uno solo en el lapso de unos pocos años. Como europeos, somos responsables también de las faltas de Europa, nuestra desinformación es la desinformación de Europa. Como ante tantas elecciones, entiendo el cansancio que producen los politicos pero también, como tantas otras veces, debo recordarme que si no voto yo, otros lo harán por mí. También sé que, vote o no vote yo, el Parlamento Europeo se volverá a llenar de parlamentarios que tomarán decisiones que sí me afectarán a mí.

La indefinición de Europa, todavía vaga y moldeable, puede llevarnos a la apatía del infante, incapaz de decidir ante la falta de claridad de las ofertas. Propongo lo contrario: aprovechad que Europa aún se está construyendo para mandar a Bruselas a aquellos en los que creáis más, pues el Parlamento seguirá diseñando Europa, y con ellos vuestros países y regiones, vuestras leyes y convenios, a vuestro pesar o con vuestra participación. Europa somos ya todos nosotros, ¿qué mensaje nos mandamos a nosotros mismos? ¿Queremos una Europa construida por los restos, por aquellos elegidos sólo por la minoría, o queremos una Europa que se sienta fuerte, y en la que se decida con el voto real del pueblo? Propongo que os eduquéis vosotros mismos sobre Europa, como adultos, si la información no os llega previamente masticada; propongo que investiguéis, y averigüéis si el Parlamento Europeo, a pesar de no ser cien por cien representativo de nosotros los europeos, no sirve por ejemplo para parar los pies a la Comisión en más de una ocasión.

Investigad, estudiad, elegid a vuestros candidatos y a vuestros programas, mandadlos a Europa, comunicaos con ellos luego (los europarlamentarios son paradójicamente más accessibles que los congresistas nacionales): sois adultos con voz y voto. Sed sabios. Estamos, todos, en el centro de Europa.