
Asados. Un honor que no se debe rechazar. Todavía no distingo unas partes de vaca de otras, asumo que no lo voy a hacer nunca, excepto que de una vaca entera (y viva) me pidan que señale el rabo, los cuernos y las ubres.
La cuenta sale a un asado cada dos días. Los argentinos celebran mucho, siempre hay un motivo, y se celebra con asado. Me pregunto si no sería mejor celebrar y evitar el sopor post-vacuno, y que así la victoria no se nos escape de las manos aletargadas.
Pero la opción son la harinas, densas; las verduras están imposibles, sometidas con pasividad vegetal a la inflación económica: el pimiento morrón se ofrece entre los 8 y los 14 pesos el kilo. Saturado, quiero llorar cada vez que veo carne y me temo que lloraré sangre, siendo mi cuerpo incapaz de metabolizar tanta hospitalidad. Imposible decir que no.
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