
A los tres meses, fueron los cimientos de la propia Argentina los que se vinieron abajo, con la primera gran crisis económica del siglo, y el corralito. ¿Cómo pudo pasarnos?, se preguntaron, ¿Por qué a la gente buena le pasan cosas malas?
La Argentina está mejorada. Dolencias crónicas las tiene, como todos los países, pero hay mejor humor. La inflación y la inseguridad son los temas de la calle; el yo, el tema del diván, para los que pueden pagar por ser escuchados. Se preparan elecciones presidenciales; la tranquilidad del país se nota en que los diarios dedican las portadas a rememorar el 11-S estadounidense y ningún tema doméstico perturba esta memoria. Echo una cuestión de menos, afortunadamente, en la información argentina: la del "riesgo país", combinación de palabras que me intrigó mucho la última vez, que dejó hace tiempo de asustar y de escalar, diariamente, varios puntos porcentuales.
¿Riesgo país? Ché, país de locos, como mucho.
¿Riesgo país? Ché, país de locos, como mucho.
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