miércoles, 19 de diciembre de 2007

Gadaffi va de camping.

Cuando era pequeño viajé mucho con mis padres yendo de camping en camping. Era el modo más económico de moverse y pasar los meses calurosos del verano entre pinos y junto al mar era una alternativa asequible al pueblo manchego de mi abuela. Recuerdo sólo cosas buenas de nuestras estancias en Denia o en la villajollosa, en Galicia e incluso, una vez que nos excedimos, en el parque de los bosques de Bologna en París. Lo más importante sobre todo es que me sentía libre, muy libre, aún cuando no supiera explicar qué significaba entonces para mí la libertad.

Yendo de camping aprendí a andar descalzo. Todavía lo hago en verano, incluso alguna noche me quito los zapatos para trotar por la ciudad, aunque el asfalto de Valencia sea menos romántico que las gravillas de mi niñez. Estando de camping amé las hojas del eucalipto, cuyo penetrante y lleno olor tiene en mí los efectos retroactivos de la magdalena de Proust. Me gustaba el olor del nylon de nuestra tienda y mucho el ruido y la vibración de la lluvia sobre éste. Al llegar la noche sentía que me adentraba en un mundo mágico, aunque me enfadara que mis padres interrumpieran el día para hacernos dormir, cuando abríamos la boca de la tienda y nos adentrábamos con linternas en su oscuridad calurosa. El baile de los dientes de la cremallera, su música fugaz, es uno de los sonidos que más amo.

Ahora sin embargo nunca voy de camping. Me doy el gusto de ensuciarme con el asfalto aunque su tacto en mis pies es suave comparado con las agujas de las piedras mínimas con que me masajeaba al pasear. Tengo eucalipto en un bote, y lo uso para relajar los pulmones cuando me resfrío, y he dejado el nylon por el algodón que es más suave.

Entre mis amigos que además son compañeros de generación casi nadie va de camping. En general cambiamos el coche por billetes de avión baratos, hacemos turismo urbano y preferimos la comodidad de pequeños hoteles, aunque estén algo sucios, al romanticismo de la tienda. Vivimos como burgueses que no pueden permitirse serlo. Pero raramente nuestros padres nos dicen lo que sería imaginable como reprobación si introdujésemos el tema con un “yo, en tus tiempos…” . Ya no está de moda, tampoco, usar tal frase. Entienden, con buen tino sociológico, que los tiempos cambian, y que habiendo tantas cosas de que preocuparse es mejor prescindir de las incomodidades de la jaima. Tienda, quise escribir.

Gadaffi, el dictador libio, se pasea por Europa con su tienda, y 30 chicas vírgenes. Los medios de información las llaman su Guardia Personal, en lo que debe ser fiel traducción del original, pero a lo que podríamos dar otros nombres más creativos y sin embargo más ajustados a nuestra realidad. A los líderes europeos esto les debe parecer exótico y nadie se pregunta qué tipo de amor une a estas jóvenes a su líder, para guardarlo como lo hacen. También les será atractivamente curioso que un dictador asesino plante una jaima en los jardines de las residencias oficiales que le son ofrecidas, llenando así de cojines y lujos orientales la aburrida diplomacia occidental.

¿Sentirá Gadaffi algo parecido a la nostalgia infantil cuando monta su tienda en los jardines de, por ejemplo, El Pardo? ¿Caldeará su imaginación el recuerdo antiguo de otros viajes, más ingenuos, pero más auténticos? ¿Se sentirá en comunión con la naturaleza, rodeado de sus vírgenes doncellas?

No lo creo. Lo que sin embargo sí creo es que nuestros políticos, a la izquierda y a la derecha de Sarkozy y Zapatero, se comportan como padres ciegos que no quisieran meterse en problemas con sus hijos, con dolosa hipocresía disfrazada de coleguismo. Eso, tanto si les salimos burgueses como si somos violentos con los inmigrantes. ¡Criaturas!

Porque nuestros políticos, a la vez jefes y empleados nuestros, no pueden pretender no conocer lo que saben, quién es Gadaffi y a qué se dedica en un país que ha hecho suyo a la fuerza. La broma de la jaima no puede empañar informativamente la importancia de su visita y del trato especialmente interesado que se le da a un asesino: que me perdonen los puristas de la globalización si malinterpretan que mi problema está con la jaima.

Afortunadamente la diplomacia española cedió a Gadaffi la antigua residencia de Franco y sus jardines en el Pardo, y no convirtió La Moncloa en la zona de acampada de este dictador aún vivo. Las imágenes de la Guardia Personal de Gadaffi, sus 30 vírgenes, hubieran reflejado de manera poco decorosa las fotos que nuestras ministras se tomaron, hace tres años, para celebrar la paridad en las páginas de una revista de moda. Ninguna a protestado frente a la exhibición de amorosas mujeres que el libio pasea por Europa.

¿Qué contrato tienen las vírgenes de Gadaffi? No es factible que tengan contrato por obra: se es virgen a jornada completa. Lejos de ser autónomas, imagino que no les queda otra opción que ejercer de vírgenes sin importar lo vocacional que les resulte tan peculiar profesión.

Zapatero contempla la escena en su visita a El Pardo. No critica lo que ve; no sólo por los sustanciosos contratos que firmarán los dos países, sino porque asume como anciano distanciado que no entiende esa cosa tan infantil que es una dictadura: le queda tan lejos ya que no debe opinar sobre el tema. “Estos jóvenes”, se dice, e imagina que Gadaffi es un hippy, rodeado de mujeres, acampando en tienda, pensando que los treinta y uno, ellas treinta y él el uno, comparten un montón de amor libre.

Pero no es libre.

lunes, 17 de diciembre de 2007

Porteño en Valencia

Ayer pasé la tarde hablando con una amiga que dice que se va a Buenos Aires. Me dio tanta envidia que le di un golpe en la cabeza con la botella de cerveza que me estaba bebiendo. La violencia no arregla casi nada: no sólo no la hice cambiar de opinión, sino que si ella está en Buenos Aires yo no podré ir debido a una orden de alejamiento.

Antes de eso hablamos mucho de los argentinos y de las argentinas, refiriéndonos en todas nuestras anécdotas a los porteños., por supuesto, acumulando un puñado de injurias a las que no podemos evitar amar más o menos, porque también somos neuróticos.

La base de nuestra conversación sobre los porteños estaba en lo complicada que tienden a hacerse la vida los porteños que mejor se acoplan al peor estereotipo de argentino. Nos daba a ambos la sensación de que con su lengua, educada en el psicoanálisis mundano, enredaban la alegría hasta hacer de ella un drama. Nunca se aburren, pues, si pueden hablar, excepto si cuando el aburrimiento les sirve en sí mismo como interesante dolencia del alma.

¿Es fácil ser tan difícil como un porteño? ¿Es difícil hacer que parezca fácil ser difícil?

Pensión Boluda en la calle Bailén de Valencia

Mi último texto recibió dos comentarios. Uno de la princesa anónima, que no contenta con mi petición de que los políticos callen, les pide silencio interior, suponiéndoles la capacidad de meditar. Otro, y por eso escribo este texto, en que se me explicaba que en Buenos Aires la palabra “diálogo” es una conversación de a dos que, en las escuelas, debe ser acallada por las maestras de primaria, “no hagan diálogo”.

Firmaba el texto “porteñoenvlc” (¿porteño en valencia?), que aunque no lo conozco me ha hecho meditar sobre la facilidad (o no) de ser porteño. Es fácil ser porteño en el mundo. Porteño es el bonaerense, principalmente de la capital argentina, pero también se consideran porteños algunos platenses: a veces orgullosos por pertenecer a la provincia de Buenos Aires, a veces dolidos (¿de mentira?) por cargar con los peores atributos de Capital. Lo importante es que hablen de uno, da igual si bien o mal. Y de los porteños se habla en España. En el mundo hispanohablante se entiende de dónde es uno cuando dice que es porteño. ¿Pero en valencia, ser porteño en Valencia?

Pensaba en todo esto mientras volvía a casa del Cabanyal, un barrio valenciano formado casi todo por casas centenarias que va a ser derribado (3.500 viviendas) en pos de la prolongación de una gran avenida. Los vecinos del Cabanyal no pueden sino ser porteños, dada su cercanía al puerto de la ciudad; si este barrio está amenazado desde hace décadas por los derribos municipalmente planificados, otros poblados marítimos comparten con éste el abandono de las autoridades: son mercados urbanos de la droga donde raramente se adentran los servicios de la limpieza (o policiales o de sanidad).

No es fácil ser porteño si uno es de Valencia. Aún no.

A algunos platenses les gusta diferenciarse de los bonaerenses aunque apenas estén a 100 kilómetros de la capital y La Plata gestione la administración de Buenos Aires. Otros sin embargo cargan orgullosos con las etiquetas porteñas: complicados, bocazas, enredadores, presumidos. No es difícil querer ser porteño, ni serlo, si a uno se le reconoce el mérito –incluso negativo-.

Ser porteño en Valencia aún no significa mucho. Es como ser un animal en vías de extinción por el que pocos derramaran aún menos lágrimas. Ser porteño ahora, con las gestiones de la America’s Cup bloqueadas tampoco, tiene poco valor. Pero quizás un día, ser porteño de Valencia, tendrá un valor tal que será cuantificable hasta económicamente. Valor bursátil, y valor inmobiliario. Lo de los valores morales, bueno, veremos si podemos cargar con falsa modestia y una presuntuosa falta de orgullo el carecer totalmente de ellos.

PD.- El siguiente link tiene algo de información sobre un proyecto de rescate en que ando metido con dos artistas geniales en este barrio:
http://silasparedes.blogspot.com/

viernes, 7 de diciembre de 2007

¡No hagan diálogo!

El enfrentamiento que tuvieron en noviembre el rey de España y el presidente de Venezuela ha sido analizado y repetido hasta la extenuación. Quiero reextenuaros: pero no para desmadejar el enrevesamiento de Chávez ni para vestir de interés el “por qué no te callas” de Juan Carlos I.

Me interesa más una frasecilla que pasó casi inadvertida entre tanto jaleo hispanoamericano, al ser soltada con voz aguda y apocada, o meliflua si se quiere ser también dulce, por la presidenta chilena Bachelet : “por favor, no hagamos diálogo".

Doy por sentado en mi desconocimiento (y doy por sentado mi desconocimiento) que “no hagamos diálogo” de Bachelet es un modismo de su país para pedir, como hizo el rey de España, que todos se callaran, pero educadamente. El interés de la chilena no debía estar pues en que se parasen todos los diálogos mundiales. Pero la propuesta alternativa no deja de ser interesante: imaginar que Bachelet quería que la maquinaria del dialoguismo, dialogantismo, dialoguerismo, parase en seco en aquel momento.

No hagamos diálogo. Desde el 10 de noviembre he leído tres artículos de opinión titulados “¿Por qué no se callan todos?” (uno incluso escrito por un estadounidense fascinado por la trifulca chavez-juancarlista). Las propuestas del “¿Por qué no se callan todos?” piden a los líderes mundiales que durante algunos días al año, por la imposibilidad de pedir meses o semanas al olmo, recojan sus bártulos mediáticos y dejen de armarla en público abriendo la boca. Me parece bien. La idea es que se retiren un tiempo a cada rato para meditar qué quieren decir; la vieja fórmula de contar hasta 10 antes de hablar.

Yo propongo que este silencio se dé al menos hasta que hayamos comprendido el verdadero sentido del diálogo, que va más allá de la cháchara, el cacareo y la repetición de los propios clichés que nos evitan la pesadez de escuchar al otro. Mientras tanto, no hagamos diálogo. Aunque sea en lo que aparentemente es el mismo idioma. Propongo que mediten no sólo sobre qué quieren decir, sino sobre el sentido mismo del diálogo.

Porque un día va y otros nos descubren; seres de otra galaxia o los que nos sucedan en este planeta, quizás cereales Kellogs mutados en copos de maíz inteligentes. Los Kellogs ven, pues, los restos de nuestra civilización, y tal, y de algún modo escuchan grabaciones de ahora y leen nuestros libros. Con lo difícil que es descifrar un lenguaje arcaico de por sí, va y estos copitos de maíz se encuentran con que han de desentripar palabras como “diálogo” antes de adentrarse en el significado de "mesa", o "morcilla de arroz". La pista que tienen es que el diálogo es algo que, según una líder mundial del pasado, debía dejar de hacerse (y con urgencia, suponen, puesto que la hacedora de la frase, Bachelet, pidió el fin del diálogo para evitar una guerra entre un viejo rey europeo y un caudillo bolivariano).

Relacionaron pues, en su lógica, el diálogo con las emisiones de CO2, el enriquecimiento de uranio, la devastación de la selva tropical y genocidios varios. “Por favor, no hagan bombas nucleares, ni diálogo”.

Y es que el diálogo, lo que llamamos diálogo, parece estar en medio de muchos de nuestros males. El diálogo está en el centro del conflicto palestino-israelí, en los comunicados que las autoridades de uno y otro lado se lanzan, cuando sus líderes abren la boca en un mismo lugar y tiempo y dicen hablar de lo mismo. El diálogo aflora entre Estados Unidos e Irán y se da en forma de ruido aparentemente articulado entre los que se llaman o son llamados España y los que se llaman o son llamados vascos; por ejemplo. El diálogo tiene pinta de esa panacea a la que, cuando es tarde, le afloran efectos secundarios.

Sólo Bachelet se ha dado cuenta de que tenemos sobrevalorado un ente abstracto, el diálogo, que misteriosamente aparece siempre en la escena del crimen. En las novelas de misterio suele haber un personaje que las pasa mal para justificar su presencia cada vez que muere alguien. Solemos sentir simpatía hacia él o ella; pensamos que puesto que el autor no se ha molestado en justificarle, resultará ser inocente porque la trama no puede ser tan burda. Todo puede ocurrir: que el personaje sea inocente y que la trama sea burda, o que el personaje sea culpable y la trama elegante a la hora de convencernos de la serie “culpabilidad, inocencia y culpabilidad” del sujeto en cuestión.

Pero aún puede pasar que siendo el personaje culpable, la trama sea burda.

No es de extrañar que los cereales no dialoguen entre ellos. Por ahora.

miércoles, 5 de diciembre de 2007

El espejismo de la rica Europa atrae a los africanos (sic!!!)


Leo en prensa, Reuters, que “el espejismo de la rica Europa atrae a los africanos”. No es un titular mal elegido, luego contradicho por el texto que le sigue. La noticia, por llamarla de alguna manera, incide en la idea de que africanos pobres, como los senegaleses, mantienen en su cabeza la idea de una Europa rica como “en la fábula del Dorado”.

Esto no es una noticia. Es vox populi y sentido común, una verdad de Perogrullo. ¿O no es sensato que en la paupérrima África se piense en Europa como paraíso, si tan sólo económico?

Lo extraño es que el redactor, la redactora, o los redactores de la nota –por no llamar ya noticia a esto- se refieran a la riqueza de Europa como “de fábula” (no en el sentido de “de lujo” o magnifica, sino de “mítica”) y tachen el desear africano (la generalización la hago mía, pero era suya) de espejismo.

Espejismo, alucinación, producto de la imaginación anhelante, síntoma de locura.

Siendo magnánimo me da por suponer que detrás del texto haya un redactor o redactora con un injustificable contrato por obra, mal pagado, sin seguridad social ni derecho al paro, quemado por la intransigencia de jefes a los que no ha visto la cara y sin un sindicato que le respalde. Alguien para quien Europa y su riqueza sea un espejismo. Alguien sin hipoteca, o peor, con hipoteca, no necesariamente preocupado por inmigrantes que le vengan a robar el empleo, sino jodido porque hablan de su opulenta vida europea sin conocimiento de causa. A todos nos da rabia que se hable de LO NUESTRO sin saber.

Su propia vida rica europea es, pues, un espejismo, una alucinación, el producto de la imaginación anhelante y síntoma de locura. Que no vengan a decirle que vive el Dorado.

Aunque sin este exceso de magnanimidad pienso que quizás sí viva, este redactor o redactora, en el Dorado: un el Dorado tan resplandeciente que ciega con su brillo. A nivel personal me veo a menudo teniendo que echar el freno cuando la queja me desborda. No hay, creo, mejor modo de vivir la vida que en lo inmediato, en el ahora y en el uno mismo, porque es donde más a mano tenemos los medios para disfrutar lo que nos place y cambiar lo que no nos sirve. La queja, la toma de consciencia del mal, está justificada también en lo personal. Sin embargo muchas veces se nos olvida buscar referentes necesarios para nuestra inmediatez, un marco que nos sitúe, teniendo en cuenta al otro y lo otro: y entonces, ay qué vergüenza, nuestras quejas primermundistas hacen desteñir el oro que es nuestra Europa y mostrarnos que estamos sólo decorados con oropel barato; no hablo ya de pobreza monetaria, sino moral.

No es oro todo lo que reluce, pero el pan, oye, el pan, suele ser pan cuando parece pan. Y tenemos un pan europeo que, aunque al ponerse por las nubes su precio parezca cosa de magia o locura, es pan. Tangible. Al pan, pan, a Europa, Europa, y al hambre de África un respeto. Y una mano tendida.


http://es.noticias.yahoo.com/rtrs/20071205/tts-ue-africa-inmigracion-reportaje-7c6ab66_1.html

lunes, 3 de diciembre de 2007

Inmobiliarias Che Guevara


Nadie es responsable, o al menos, nosotros no lo somos, según nuestro propio criterio. No es que todo el mundo sea bueno, pero yo lo soy. Si nuestra mente funciona así tan a menudo, ¿por qué no la mente colectiva que se comparte en cada país, entre afiliados políticos o miembros de grupos empresariales?

Hace poco escuché en un programa de radio al presidente de la asociación de constructores o del lobby inmobiliario (perdón por el indeterminismo) defender, con buen tino y elegante organización de ideas, lo que a muchos nos parecería ilógico en nuestro país ahora: los constructores no sólo no son los codiciosos los especuladores por los que se les toma, sino que con su negocio realizan una importante labor social.

Lucrarse en el negocio inmobiliario es secundario al objetivo del lobby.

El tema del debate era si se debía o no esperar recesión en los precios de la vivienda. El comunicado central de constructores y vendedores es que no, y que no sólo se debería evitar posponer la compra del piso deseado (ya que los precios no van a bajar), sino que una congelación en la adquisición de bienes inmuebles provocaría un incremento alarmante de los precios.

Porque de alarmas va la cosa. Los constructores quieren evitar esta llamada “alarma social” a la vez que dicen que ellos no están alarmados. “Moderación de los precios” es la frase de moda. Hablar de un aumento alarmante de los precios no es alarmar: es amenazar. La ley de la oferta y la demanda funciona mejor sobre el papel del teórico que impreso en papel factura: aunque a menor demanda los precios debieran bajar para dar salida a una oferta estancada, teniendo poder el vendedor no dará por menos lo que cree que cuesta más.

Y, nos dicen, la materia prima con que se construyen los sueños inmobiliarios es el suelo, que no baja de precio. Otra cosa es que, debido al cambio climático, baje de nivel respecto al mar. O que, sin respeto al mar, cada vez haya menos playa en nuestras costas.

Entonces vino la tesis: las constructoras y las inmobiliarias han hecho un bien social dando la respuesta adecuada a la necesidad de vivienda de la sociedad. Sin esta diligente construcción de pisos los precios, dijo, sí se hubieran disparado, puesto que la oferta sería menor a la demanda. Esta parte sí tiene sentido. Construyendo pisos se moduló, pues, una subida de precios que hubiera sido catastrófica para el país: apocalíptica, no sólo por su tamaño, sino por estar teñida por la inevitabilidad de las cosas del destino.

Sigamos la lógica: Nike, por ejemplo, vende zapatillas caras para evitar venderlas muy caras. Los tomates, por ejemplo, cuestan bastante porque así no cuestan muchísimo. Y el uso de un teléfono celular no resulta barato porque las compañías velan para que su uso no resulte excesiva, alarmante y aniquilantemente caro.

El Che, entre otros, anduvo confundido.

jueves, 15 de noviembre de 2007

De cabeza a la catástrofe

Paseo dedicado a E.G.

Uno no vuelve cuando quiere, sino cuando puede. Un psicólogo y escritor de base jungiana, Thomas Moore, aboga en sus textos por recuperar eso tan intangible que llama “el alma”: el alma de las cosas, de los sucesos, el alma nuestra. Respecto al viaje, Moore cree que los nuevos medios de transporte roban el alma al hecho de viajar, y crea para ello una imagen fácil de comprender: los rápidos aviones que cruzan nuestros cielos transportan nuestros cuerpos de forma tan veloz que cuando estos llegan a destino (aviones y cuerpos, aparatos) el alma aún no (se) ha despegado del origen. Nada que ver con los antiguos tránsitos transoceánicos, a bordo de barcos durante semanas, dedicadas a hablar en parte del propio viaje, del origen, del destino.

Por eso podemos tener a veces, especialmente tras un viaje, la sensación de no estar donde estamos. Nos resulta raro, porque raramente atendemos al alma que, con su voz sutil, nos dice que ella no está: que por qué hemos elegido al cuerpo, pregunta, a la hora de establecer que estamos donde estamos. Marcamos con nuestro cuerpo el territorio. Los hay que, de noche, aún orinan como perros por la calle en alivio urgente de sus necesidades básicas, pero no escribo de eso. Donde está nuestro cuerpo, nos decimos, estamos. Y nos falta el alma.

Todo eso para decir que, es cierto, he estado perdido. He dedicado este mes y medio a espejar, en viaje sin rumbo, mi viaje argentino: pasé el mismo tiempo que estuve en Buenos Aires de otra manera, más triste, más dormido, más resfriado incluso. Carente de todo lo que el viaje proporciona no sabía muy bien qué escribir en este blog: a pesar de que a un blog se le llame Indeterminisimo el ser humano que lo gestiona, o incluso yo, se ve tentado tarde o temprano a introducir algo de orden en el caos.

Mi amiga E, profesionalmente alta, me agitó hace poquito al nominar “Indeterminismos” al Premio Blog Solidario. No sé muy bien qué es, y me da miedo averiguarlo, por si me piden dinero, pero de entrada me siento honrado y agradecido: gracias, E. Como además acompañó la nominación con el texto “pero renueva!”, refiriéndose a las entradas del blog, se me ha creado algo así como una obligación, por lo de escribir, y debiera hacerlo incluso cuando, como ahora, no sepa muy bien hacia dónde escribo (escribo de izquierda a derecha, de arriba hacia abajo, tal y como aparecen las letras al teclearlas en el ordenador… no me soluciona gran cosa este pedacito de información básica).

Además, cuando le nominan a uno el blog, igual que si a uno le mentan la madre, uno responde. Y a por respuestas vamos, pues. O a por preguntas. Lo que primero aparezca. Veré cómo damos forma a esto. Espero no hacer muy tarde para comentar mi opinión sobre que el Rey de España preguntara a Marichalar que por qué no se callaba, y que éste se vaya, y que no entiendo bien qué pinta Chávez en el divorcio de los príncipes de Lugo.

Pero eso, lugo, digo, luego, en otra entrada. He vuelto. Mi alma está por volver. Es una delicia estar así, despedazado, dejando trozos de uno mismo por ahí, al cuidado de gente buena. Ahora, de cabeza a la catástrofe: por algún motivo esta frase parece cerrar bien mis conversaciones últimamente, cuando explico mis crisis otoñales, mis proyectos abstractos, mis problemas con los pies.

A ver si en este ejercicio recupero a mi alma viajera: mi amigo N, de Buenos Aires, astrólogo y muy guapo él, siempre me insistía, al leerme la carta (no la cartilla) que la profusión de viajes que veía en mi vida no tenían por qué referirse únicamente a movimientos físicos. Aunque yo insista en esto de andar por donde anda mi cuerpo, me insistió en que uno viaja cuando sueña, piensa, medita, come algo rico. Curiosamente, reminiscencias, mi primera carta astral me fue interpretada gracias a E: aún tengo deudas pendientes de aquello.

Gracias por nominarme.


miércoles, 3 de octubre de 2007

Cuando el piloto nos dijo que aterrizábamos en Valencia, pensé que estaba loco. Despertaba pero seguía dormido: mirando por la ventana me parecía que el avión circulaba por la avenida de Mayo, y que giraba para tomar Corrientes. Quería decirles que había un error, pero confiaba en que se darían cuenta en seguida, antes de chocar contra el Obelisco. El vaho del avión impedía ver bien el exterior, yo asumí que caía la niebla sobre Buenos Aires, mi cobijo loco durante mes y medio.

A dos días del regreso, aún me consume la nostalgia. Muy tanguero. Ganas de reír, río, ganas de llorar, lloro. Bue, ya está de tanta pena. Pero está bueno soñar. Gracias, Baires.

lunes, 1 de octubre de 2007

Predictibilísimo en Milano

La cosa es así: salgo de Buenos Aires Ezeiza a la una del mediodía. Me he levantado a las 8 am, después de dormir poco porque había que aprovechar la última noche bonaerense (por el momento): cenamos asado y tomamos una quilmes en Corrientes y Avenida de Mayo, cerca de casa. Como vuelo al mediodía, no duermo. En el avión veo cuatro películas que la taquilla califica de maravillosas; aunque me parecen todas la misma, las disfruto.

Se me va haciendo la hora de dormir. Son las dos de la madrugada en mi reloj, pero ya estamos aterrizando. En Milán, Italia, son las 7 am. Tomo un café espresso, compro cigarrillos y una guía della città. Tomo otro exprés, el que lleva al centro.

Debe ser el sueño. Habiendo dormido poco la noche anterior, a las 9 am hora europea, llevo sin dormir 21 horas. Es tal vez por el cansancio, pero Milano me impresiona negativamente. La inflexión en mi paso de América del Sur a Europa me resulta violento: Milano es Muy Europa, signifique lo que signifique eso.
Una idea me asalta, en forma de sensación, me horroriza: TODO es predecible aquí. Después del caos argentino Milano se me antoja aburrida, demasiado limpia, demasiado perfecta. Incluso las semi-ruinas del Castello Sforzesco me parecen brillantes, nuevas, extremadamente decorativas: la vieja europa es una reliquia de aparador, un museo resguardado del polvo para siempre.

Tal vez es el cansancio. Milano es bella, y lo confirmo a cada paso, pero todo el día me llamará la atención el silencio y la paz que soporta el centro urbano. Los tranvías se deslizan como en un sueño, los autobuses apenas tosen y los novísimos y abundantes motorinos son joyitas móbiles. Hay mucho biciclista; algunos usan máscaras para protegerse del humo imperceptible. Buenos Aires vibra, en sentido literal, todo el tiempo: cuando uno de los metros pasan bajo el asfalto, cuando tres autobuses circulan juntos, cuando un grupo de argentinos celebra el gol de algún camarada en el exilio.

Aquí incluso los grupos de japoneses, que a duras penas se encuentran en Buenos Aires, resultan predecibles, como de casa, una imagen tranquilizadora del confort primermundista: parte del mobiliario urbano, podríamos decir.

Si este tránsito me sirve de algo es para ver que Borges tenía razón: los argentinos hablan español, pero son italianos. Mi comida es una milanesa (precisamente) aderezada con limón, como la comían en mi última casa, y cuando hablan dicen "posta", "en serio", como los argentinos. Los argentinos como los italianos. En Milano se circula bien, pero es un tópico muy común criticar -incluso en España- la manera kamikaze que los italianos tienen de conducir: en Buenos Aires los autos nunca paran, ni cuando tienen rojo frente a una senda peatonal, sino que intentan esquivar a los viandantes sin desacelerar la marcha. También el empedrado de Milán, y los farolitos que cruzan con cables algunas calles, me recuerdan a Baires, al barriecito de San Telmo. Y la gente se santigua, todavía, al pasar frente a las iglesias, como en Argentina. ¡Ah! ¡Y está Vietato Fumare en todos lados!

No estoy todavía en Europa, estoy demasiado en Europa. Siento que acabo de entrar en un quirófano, tal es la limpieza: supongo que lo siguiente es que me operen de algo.

Me acuerdo de Sandra, una mina maravillosa con la que compartí un viaje en micro, el 3 de septiembre, de La Plata a Buenos Aires. Estaba encantada de que visitara Argentina, y contenta de poder contar su reciente paso por Europa; aunque no me sorprendió, no pude evitar la carcajada cuando me explicó lo organizado que le parecía todo, dijo, en el Sur de Italia. Quilombo, me falta el quilombo ( 2. m. vulg. Arg., Bol., Hond., Par. y Ur. Lío, barullo, gresca, desorden.).


Corso de Buenos Aires, esquina Piazza Oberdan. Un trocito de casa, en casa.

sábado, 29 de septiembre de 2007

Vietato fumare

Odio Buenos Aires, qué ciudad absurda, no se puede fumar en ningún bar, resto, boliche. Odio, cómo odio Buenos Aires, sus avenidas ruidosas, las neurosis de sus gentes, lo rutinario de su cocina... las ínfulas de grandeza que se da esta urbe que aspira a ser europea y que queriendo ser todo no es nada, nada más que ella.

Auténtica. Impredecible. No odio Baires. Al contrario, he llegado a amarla. Sólo me duelen, como dice el tango, los dolores del por siempre que hoy murió. Se me acaban los días. Pero no quiero postergar la marcha: ¿a qué sufrir en una semana en lugar de ahora? Intentaba pelearme con ella, con la ciudad, insultándola. No me sale y, además, en cierto sentido, vengo peleándome con ella desde que llegué: y creo que ambos, Capital y yo, sacamos el mismo placer de la lucha. El gusto del roce, la fricción, como un amigo del que se adora hasta su mal carácter.

¿Qué voy a extrañar más? Obvio que a la gente. Gente linda, gente amorosa. Gente chiflada, gente piantada. Los sonidos. Buenos Aires, que no entra por los ojos sino por el oído. Buenos Aires es una experiencia psicológica que requiere mucho esfuerzo físico para ser aguantada. Si uno vence, ama.

Así que, después de la carrera, lo peor que puedo decir de Buenos Aires es que está prohibido fumar en los espacios públicos, por Ley 1.799, de control del tabaco de la ciudad autónoma de Bs. As.- . Gracias, quédese con la vuelta.

Geografía de las fotos: L.N.Alem, Independencia y Perú, Plaza Francia, Cabildo, Bosques de Palermo, Puerto Madero, Giuffre, Corrientes, Santa Fe y Junín; 9 de Julio.


Esta ciudad está embrujada, sin saber... por el hechizo cautivante de volver.
No sé si para bien, no sé si para mal, volver tiene la magia de un ritual. Yo soy de aquí, de otro lugar no puedo ser... ¡Me reconozco en la costumbre de volver!
Al reencontrarme en mí, al valorar después, las cosas que perdí, ¡La vida que se fue!

Llegué y casi estoy, a punto de partir... Sintiendo que me voy, y no me quiero ir.
Doblé la esquina de mí misma, para comprender,
¡que nadie escapa al fatalismo de su propio ser!
Y estoy pisando tus baldosas, ¡floreciéndome las rosas por volver!

Esta ciudad no sé si existe, si es así... ¡O algún poeta la ha inventado para mí!
Es como una mujer, profética y fatal, ¡pidiendo el sacrificio hasta el final!


Pero también tiene otra voz, tiene otra piel;
y el gesto abierto de la mesa de café...
El sentimiento en flor, la mano fraternal
y el rostro del amor en cada umbral.


Ya sé que no es casual, haber nacido aquí y ser un poco así...
triste y sentimental.
Ya sé que no es casual, que un fueye por los dos,
nos cante el funeral
para decir... ¡Adiós!

Decirte adiós a vos... ya ves, no puede ser.
Si siempre y siempre sos ¡UNA RAZóN PARA VOLVER!


Siempre se vuelve a Buenos Aires a buscar
esa manera melancólica de amar...
Lo sabe sólo aquel que tuvo que vivir
enfermo de nostalgia...
¡Casi a punto de morir!

Siempre se vuelve a Buenos Aires. Música de Astor Piazzolla, letra de Eladia Blázquez

viernes, 28 de septiembre de 2007

Asiento disentir antes de que me entierren (Recoleta 2)

En el centro cultural de Recoleta, un núcleo bastante movido de muestras y eventos, en una de las zonas más caras de Buenos Aires. Curiosamente, el suelo más caro de la Argentina está en el cementerio, Recoleta, que lidia pared con pared con este centro cultural. Entre los muertos ilustres del cementerio están las escritoras Ocampo, Evita, Sarmiento, y otros padres y madres de la Patria.

Pero hay que darse prisa, porque la muerte acecha, en disentir, parece decirnos el luminoso que recibe al visitante de este centro totalmente gratuíto; hay un montón de gente valiosa, aún muy viva, en el país. Durante este mes las exposiciones más "grosas" son una macro muestra de vídeo arte, la celebración de los 40 años de Les Luthiers (como grupo, ¡eh?), una exhibición del arte gráfico de Tute y el festival electrónico Onedotzero, en el que mi amiga Natalia Garagiola participará el día 30 creando en vivo las visuales de Miniröcke.

Más info en:
http://www.onedotzero.com.ar/2007/localshowcase_get.asp?i=17 [onedotzero] y
http://www.tutelandia.com.ar/ [la site de Tute, que ahora se suma a mi conocimiento de los genios argentinos del mundial humor gráfico: Quino, Fontanarrosa -recientemente dejó de colaborar con Les Luthiers como escritor por haberse, él sí, muerto-, Maitena y Liniers, entre tantos otros fundamentales].

PD: http://fierro.wordpress.com/
PD2: http://www.centroculturalrecoleta.org/

¡Dense prisa!

miércoles, 26 de septiembre de 2007

El patio de la escuela

Kirchner, el presidente de la nación, está en Nueva York, atendiendo a la reunión de líderes mundiales que se dan cita en la ONU estos días de septiembre. Su esposa, Cristina, Kristina (Fernández) Kirchner, también anda por Manhattan. Se reúne principalmente con empresarios, como ha hecho estas semanas pasadas en España, Alemania y Francia. En NY también está ahora el ministro de transportes, aunque ha anunciado que adelantará su regreso para hacer frente a los paros sindicales del Subte.

Macri, el futuro alcalde de Buenos Aires, está en Madrid. Se entrevista con Gallardón y Aguirre, atento a las evoluciones de la capital española, porque quiere trasladar las obras del metro y la M-30 a su ciudad. No sé cómo advertirles, mientras nuestro ex, Aznar trabaja como asesor de empresas estadounidenses que desean invertir en terrenos argentinos.

Macri no asumirá el cargo hasta diciembre; la presidencia de Kristina está todavía pendiente de las elecciones de octubre, pero la mina se pasea por todo el planeta habiendo asumido que no hay opción a que ella no sea la futura máxima dirigente de la república. Todo el mundo lo da por sentado.

Igual los argentinos van a votar. Están obligados a ello, so pena de multa. Una cartillita indica cuántas veces ha votado cada ciudadano: sólo quedan exentos de este derecho obligatorio aquellos en edad avanzada. El día anterior a las elecciones se veda la venta de alcohol en todo el país: como las elecciones caen en domingo, los argentinos hacen acopio de alcohol dos días antes para pasar la noche del sábado.

¿Se anestesian? No veo que echen de menos, no demasiado, a los líderes -y aún no líderes- que yiran (vagan) ahora por el mundo. No esperan toda la atención de los padres, y madres, de la patria.

PD: En opinión de una amiga la situación está bárbara; es como cuando en la escuela el profesor no viene y los nenes tienen libre. Uno no aprende, pero la pasa bien. De última, está más tranquilo.

PD2: Sean como sean las cosas en apariencia, lo cierto es que Argentina tiene una tradición democrática de casi dos siglos. Las comparaciones, claro, son odiosas. El patio de mi casa...

PD3:


lunes, 24 de septiembre de 2007

Reinas

Todas las mujeres somos reinas, dice una conductora de programa de tele en “Metro En Vivo”. Presentan el libro “Reinas”, del que sortearán, entre las televidentes que colaboren con un llamado, cinco ejemplares acompañados de una chocolatina: “quiero comerme el chocolatito, pero no, que llegó la primavera, va a venir el verano, y hay que ponerse la malla”. La tipa pasa los sesenta, naturalmente, sin los arreglos estéticos casi obligatorios en la Argentina. Tal vez esté operada y pase en realidad el centenario.

Habla del libro: “Todas somos reinas, cada mujer es una reina; reina sos vos, que juntás cartones para dar de comer a tus hijos; y vos, secretaria ejecutiva, sin la que el jefe no puede hacer nada; y vos sos reina, la abuelita, a la que ya llegó la hora de descansar pero tenés que quedarte cuidando a los nietos”.

Sin palabras. La mujer se somete al varón en casi todo el mundo. Acá en Argentina todavía está contenta por ello, su feminidad se intensifica cuando el hombre le abre una puerta, sin saber que le están cerrando otra. Excepto, claro, Kristina.



sábado, 22 de septiembre de 2007

Lago en los Bosques de Palermo

Este día compartí mucho y bueno: sol, sandwiches, cariño, paseos, conversación, risas, gaseosas, amigos. Ahora lo guardo para mí. Como la foto, no requiso retoques.

viernes, 21 de septiembre de 2007

CORRIENTES-ALEM

¡Qué quilombo! 100 metros de la Avenida Corrientes nos tomaron 40 minutos en auto. Llegamos tarde a una exposición de arte contemporáneo argentino: mi chofer participa en la muestra-salón con premio, pero no demuestra demasiada exasperación ante el hecho de que estemos llegando, ya, una hora tarde a la inauguración.

Desde el auto de al lado me gritan ¡qué quilombo!

“Y… no se preocupe” – respondo – “ya va a ver que en 37 días nomás cambia todo, los botamos, ya va a ver que esta vez es la buena, que nos arreglan el país después de las elecciones”.

El tipo celebra la joda. Mi chofer se ríe, entusiasmada con mi arrebato porteño. Dice que incluso me cambió la voz.

Me acuerdo de Cortázar, de su Autopista hacia el Sur, y me pregunto ¿de qué escapaba aquella gente?

La inflación, la inseguridad, son temas porteños. Fuera de Capital, y del Gran Buenos Aires, se hacen humo. Pero son los porteños, con su smog, con su tráfico, los que colapsan la información, los focos de los mass media siempre apuntando a esta Ciudad Diva: Buenos Aires está fascinada consigo misma, es narcisista, es un ombligo hipnótico que atrae todas las pelusitas: el vicio irresistible de hurgar en él para sacarlas nos ocupa todo el tiempo.

PD:
La expo, un éxito, al menos para mi gusto. Ideas similares a las que hay en Europa, pero sin la asfixia que produce el conceptualismo que tanto nos fascina, y mucho trabajo, bien hecho, con gusto. El mercadeo, bueno, es otro tema que está por verse. Me dicen que hasta después de las elecciones está todo parado, no se vende, no se arriesga; con el cambio de gobierno, aún cuando gobiernen los mismos, rodarán cabezas, y los que tienen el dinero aún no saben si lo seguirán teniendo. En Buenos Aires hay mucho arte, pero son los extranjeros, con la ventaja del cambio euro-peso, los principales inversores.

PD2: La site de mi amiga pintora, Fernanda Piamonti, sin su permiso: http://www.fernandapiamonti.com/es/

jueves, 20 de septiembre de 2007

País de Luna

La bandera argentina recoge el celeste y el blanco del cielo. En el centro, un sol radiante, antropomorfo, que no sonríe.

Curiosamente, me explica un amor de pibe que estudia astrología, el país está regido por la luna; es una nación cáncer, con todos los rasgos que caracterizan al signo: conservador, sensible hasta lo susceptible, protector de la familia y de sus signos, casi tribal, centrado en lo que le es propio y en guardia permanente frente a lo externo. Por supuesto, también algo lunático.

Una nueva amiga me expone su queja, amarga, porque no encuentra la ocasión de lucir un kimono: el qué dirán es muy pesado en este país extremadamente religioso. Mi respuesta es que el problema debe resolverlo desde dentro, en ella misma, porque las ocasiones de enfrentarse al otro las tendrá acá, y en Europa. Pero es cierto, debo aceptarle, que la renovación parece inasumible para la Argentina, y que tal vez por ello la palabra esté siempre en boca de todos, y la mirada, típica mirada en Argentina, puesta en algo lejano, demasiado difuso hasta para ser soñado.

Mi acompañante española me dice que uno no sabe nunca qué esperar en Argentina. Lo dice porque anoche nos acostamos sabiendo que hoy habría huelga en los subtes (metros), pero ya a las 9 de la mañana el paro se había levantado. Yo veo que todo sigue igual: con mejoras, la situación no es tan distinta a la del 2001: lo esperable es lo inesperado, lo confiable es que en un día se convoque un paro, se levante, y se vuelva a convocar.

Plaza de los dos congresos, al final de la Avenida de Mayo, y estación de subte en Santa Fe.

miércoles, 19 de septiembre de 2007

Paseos por Chacarita

Pasear no es un placer en Buenos Aires. Excitante, sí. Pero no placentero: el ruido y el smog, la superpoblación, se encargan de ello. El cementerio de Recoleta, casi una ciudad en sí mismo, es uno de los lugares más tranquilos de Capital, cuando los turistas conseguimos esquivar a los otros turistas. Ahora, excitante no es, excepto, supongo, que uno sea un grouppie de los muertos, un fan de la gente difunta.

martes, 18 de septiembre de 2007

Platenses

Mural de Alfredo Plot, en CityBell, en gran La Plata.
Museo de Ciencias Naturales de La Plata.

Municipalidad de La Plata, al fondo.

lunes, 17 de septiembre de 2007

Cebá vos

A los argentinos, a los de Buenos Aires, los porteños, los aborrece toda América latina. Al menos sus vecinos cercanos. A los bonaerenses les tienen tirria también los argentinos de provincias.

No asombra cuando uno les escucha hablar con superioridad de los países con los que tienen frontera, o cuando se comparan sin pudor con Europa.

No asombra pero produce tristeza. Los porteños representan, juntos sobre todo, el catálogo más acumulaticio de pecados capitales, tan criticables como susceptibles de ser disfrutados. Pero en definitiva, resumen y en general, son buena gente. Muy buena. Me impresiona sobre todo su hospitalidad, el afecto con el que abren las puertas de su casa al extranjero conocido –porque, por otro lado, nunca abren la puerta al desconocido, resguardándose en el “tema: inseguridad”-.

Produce tristeza que el porteño, siempre dispuesto a compartir su mate y su charla, se aísle de sus iguales en pos de una idea mítica, su grandeza y su europeidad, cada vez más difusa. (¿Dónde queda y qué es Europa hoy?)

La lógica realista, geográfica y gramatical, debería permitir a Buenos Aires saberse americana, sur americana: acercarse a Montevideo, Santiago de Chile, La Paz o Brasilia. Vivir en su lugar y tiempo para, desde ahí, hacer camino. El camino de combatir las dolorosas injusticias de la división Norte-Sur, Primer-Tercer mundo, Beneficios-Hambre.

Pero Buenos Aires, la Casa Rosada y sus ciudadanos, NO PUEDEN ser Tercer Mundo. No pueden ser América del Sur. No pueden asumirse. Viven entre el pasado glorioso del Peronismo original y el futuro que los convertirá en parisinos. Y, mientras, no pueden entender que Chile, Uruguay y Brasil crezcan económicamente más que ellos.

El momento del mate es tal vez el único momento en que los argentinos se asumen y viven su presente. No es la ceremonia del té japonés pero el ratito del mate, ¿viste?, tiene algo Zen.

PD.- De todos modos, digo, qué bueno poder mirar hacia fuera. En Europa, ¿cuándo miramos fuera? ¿Cuándo, eso de aprender de los otros?

domingo, 16 de septiembre de 2007

Legañas en la vereda

Los sábados y los domingos Buenos Aires desaparece. El asfalto existe, sus edificios quedan, pero la gente y sus autos duermen. Los viernes por la noche, igual que los sábados, nos rompen, nos gusta quedar destruídos, gastar la vida.

Así que si uno se ha quedado de noche en casa, la imagen con que amanecerá al día siguiente es casi apocalíptica: antes de las diez es difícil encontrar un café, hasta bien entrado el mediodía es difícil comer. Bien entrada la tardecita los restos (restaurantes) se llenan: la gente desayuna, toma sus cafés y sus medialunas, sus facturas y tostados, sin dejarse atrapar en los convencionalismos del resto del planeta; ¿y qué, y cómo no, si desayuno a las cinco?

Tampoco tiene sentido recluirse en casa en las noches de los fines de semana bonaerenses. Las heladerías, los cafés, los restaurantes, permanecen abiertos hasta la madrugada. Donde antes se cenaba ahora sirven tragos (copas, licores), retiran las mesas e improvisan una pista de baile. Incluso las librerías de la calle Corrientes, en la foto, abren hasta casi el amanecer de Buenos Aires. Trasnochar, y bueno, y ¿cómo no?

viernes, 14 de septiembre de 2007

Garúas

¡Qué noche llena de hastío y de frío!
El viento trae un extraño lamento.
Parece un pozo de sombras, la noche,
y yo, en la sombra, camino muy lento.
Mientras tanto la garúa se acentúa
con sus púas
en mi corazón... En esta noche tan fría y tan mía
pensando siempre en lo mismo me abismo
y aunque quiera arrancarla, desecharlay olvidarla,
la recuerdo mas.

Garúa!...
Solo y triste por la acera
va este corazón tránsido con tristeza de tapera,
sintiendo tu hielo, porque aquella, con su olvido,
hoy le ha abierto una gotera...

Perdido,
como un duende que en la sombra
mas la busca y mas la nombra...
Garúa... Tristeza...

Hasta el cielo se ha puesto a llorar!

"Garúa", letra de Enrique Cadícamo, música de Aníbal Troilo.

martes, 11 de septiembre de 2007

11-S (2007)

La última vez que estuve en Buenos Aires dos aviones colapsaron las torres gemelas de Nueva York. En Argentina era también por la mañana cuando comenzó el ataque terrorista, así que las rotativas tuvieron que hacer varias ediciones especiales de sus diarios para actualizar la información durante el día.

A los tres meses, fueron los cimientos de la propia Argentina los que se vinieron abajo, con la primera gran crisis económica del siglo, y el corralito. ¿Cómo pudo pasarnos?, se preguntaron, ¿Por qué a la gente buena le pasan cosas malas?

La Argentina está mejorada. Dolencias crónicas las tiene, como todos los países, pero hay mejor humor. La inflación y la inseguridad son los temas de la calle; el yo, el tema del diván, para los que pueden pagar por ser escuchados. Se preparan elecciones presidenciales; la tranquilidad del país se nota en que los diarios dedican las portadas a rememorar el 11-S estadounidense y ningún tema doméstico perturba esta memoria. Echo una cuestión de menos, afortunadamente, en la información argentina: la del "riesgo país", combinación de palabras que me intrigó mucho la última vez, que dejó hace tiempo de asustar y de escalar, diariamente, varios puntos porcentuales.

¿Riesgo país? Ché, país de locos, como mucho.