Pasear no es un placer en Buenos Aires. Excitante, sí. Pero no placentero: el ruido y el smog, la superpoblación, se encargan de ello. El cementerio de Recoleta, casi una ciudad en sí mismo, es uno de los lugares más tranquilos de Capital, cuando los turistas conseguimos esquivar a los otros turistas. Ahora, excitante no es, excepto, supongo, que uno sea un grouppie de los muertos, un fan de la gente difunta.
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