Balcanes, Osetia, Incoherencia, Cinismo, Ciudadanos, Silencio cómplice.
España como gobierno no pudo apoyar la independencia kosovar de Serbia, o se las habría visto y deseado después para “desexplicar” la inindependencia de Catalunya o Euskadi de su territorio.
Los Estados Unidos de América y la Francia de Sarkozy, apoyaron la independencia de Kosovo, pero ahora se les atraganta el ataque a la soberanía de Georgia en el mantenimiento de la integridad territorial que la amenaza de secesión osetiana ha puesto sobre el tablero.
Rusia indigna a sus vecinos cada pocos meses cuando “impone la paz” en Chechenia cada vez que la díscola región se mueve del asiento. Pero contempla con afecto la autodeterminación de los pueblos cuando Osetia del Sur, por abrumadora mayoría popular, se aleja de Georgia.
Durante estos Juegos Olímpicos pekineses se ha puesto de relieve que hablar es el mejor entretenimiento para aquellos países que quieren distraer la atención de la viga en el ojo propio: nada mejor que criticar la falta de derechos humanos y de libertad de prensa en China para quedar como el mejor defensor de ambos ideales absolutos.
La contradicción asoma de nuevo y queda feo indicar no sólo la alegría con que nuestros países relativizan sus ideales (en pos del más absoluto ideal del libre comercio), sino su falta de objetividad autocrítica a la hora de ateneder las declaraciones de la ONU en asuntos territoriales.
En Europa, donde consideramos a nuestros gobernantes los representantes del Estado-Padre nos encontramos como niños que reciben mensajes cruzados de sus progenitores. Haz lo que digo y no lo que hago. Pero si prescindiéramos de esta infantil concepción del Estado para ponernos en la cómoda asunción del Gobierno-Jefe, o el Estado como empleador y superior, nos encontraríamos igualmente con instrucciones contradictorias respecto a nuestra función de empleado: qué está bien o mal, qué debemos procesar o archivar y qué destruir u omitir.
Lamentablemente nuestra posición es más triste, pues hemos perdido el poder legítimo como pueblo para perder la pesada responsabilidad: si los gobernantes son en realidad nuestros empleados, puesto que siempre cobran del Estado sin importar los beneficios que éste reporte al ciudadano medio, sus acciones son nuestra responsabilidad.
Y, o no estamos dando las instrucciones precisas, o nos hemos dejado embaucar una y otra vez por el currículum luminoso pero vago de un trepa peligroso.
España, que no se ha posicionado en los Balcanes a favor de independencia alguna, que mantiene la coherencia de posar igual en el exterior y en el interior, es confusa de manera sutil. Moratinos, ministro de exteriores, ha lamentado que el ataque ruso a Georgia y el georgiano a Osetia del Sur, se haya dado durante la “Tregua internacional que son los Juegos Olímpicos”. ¿No habíamos quedado en que durante los Juegos no se hablaba de política, o al menos eso había pedido el Gobierno Español a sus atletas? Moratinos habla de tregua, lo que es hablar de paz, lo que es hablar de guerra, lo que es hablar de Sudán, lo que es hablar por no callar.
Callar hoy en día es quizás la manera más estrepitosa de contribuir al ruido.
España como gobierno no pudo apoyar la independencia kosovar de Serbia, o se las habría visto y deseado después para “desexplicar” la inindependencia de Catalunya o Euskadi de su territorio.
Los Estados Unidos de América y la Francia de Sarkozy, apoyaron la independencia de Kosovo, pero ahora se les atraganta el ataque a la soberanía de Georgia en el mantenimiento de la integridad territorial que la amenaza de secesión osetiana ha puesto sobre el tablero.
Rusia indigna a sus vecinos cada pocos meses cuando “impone la paz” en Chechenia cada vez que la díscola región se mueve del asiento. Pero contempla con afecto la autodeterminación de los pueblos cuando Osetia del Sur, por abrumadora mayoría popular, se aleja de Georgia.
Durante estos Juegos Olímpicos pekineses se ha puesto de relieve que hablar es el mejor entretenimiento para aquellos países que quieren distraer la atención de la viga en el ojo propio: nada mejor que criticar la falta de derechos humanos y de libertad de prensa en China para quedar como el mejor defensor de ambos ideales absolutos.
La contradicción asoma de nuevo y queda feo indicar no sólo la alegría con que nuestros países relativizan sus ideales (en pos del más absoluto ideal del libre comercio), sino su falta de objetividad autocrítica a la hora de ateneder las declaraciones de la ONU en asuntos territoriales.
En Europa, donde consideramos a nuestros gobernantes los representantes del Estado-Padre nos encontramos como niños que reciben mensajes cruzados de sus progenitores. Haz lo que digo y no lo que hago. Pero si prescindiéramos de esta infantil concepción del Estado para ponernos en la cómoda asunción del Gobierno-Jefe, o el Estado como empleador y superior, nos encontraríamos igualmente con instrucciones contradictorias respecto a nuestra función de empleado: qué está bien o mal, qué debemos procesar o archivar y qué destruir u omitir.
Lamentablemente nuestra posición es más triste, pues hemos perdido el poder legítimo como pueblo para perder la pesada responsabilidad: si los gobernantes son en realidad nuestros empleados, puesto que siempre cobran del Estado sin importar los beneficios que éste reporte al ciudadano medio, sus acciones son nuestra responsabilidad.
Y, o no estamos dando las instrucciones precisas, o nos hemos dejado embaucar una y otra vez por el currículum luminoso pero vago de un trepa peligroso.
España, que no se ha posicionado en los Balcanes a favor de independencia alguna, que mantiene la coherencia de posar igual en el exterior y en el interior, es confusa de manera sutil. Moratinos, ministro de exteriores, ha lamentado que el ataque ruso a Georgia y el georgiano a Osetia del Sur, se haya dado durante la “Tregua internacional que son los Juegos Olímpicos”. ¿No habíamos quedado en que durante los Juegos no se hablaba de política, o al menos eso había pedido el Gobierno Español a sus atletas? Moratinos habla de tregua, lo que es hablar de paz, lo que es hablar de guerra, lo que es hablar de Sudán, lo que es hablar por no callar.
Callar hoy en día es quizás la manera más estrepitosa de contribuir al ruido.
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