miércoles, 30 de mayo de 2007

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La madame incita
Cuando desborda el balcón con sus pechos
La algarabía general de tres calles poco tranquilas.

Ama de su casa,
Alma de un retal del barrio.
No es guapa,
Pues es más bien horrenda.

Su voz fileteada la arroja sin escrúpulos,
Sangrienta,
Al que levante la vista.

Las zapatillas de fregar suelo
Que viste
Las absorbe hacia arriba la fuerza del coño.

El alma de un barrio,
Posee el más tupido bosque de este laberinto asfáltico:
Abierto a la vista (sujeta al espruto).
Desde arriba, de lo alto
Es mejor esquivar al paso
como nido de procesionarias
en un pinar.

La belleza la construye a la fuerza.
Reta, con su fuerza abismal
(surge cada tanto,
como cuco de reloj plastificado
de su oscura guarida:
colchón en el suelo al nivel de un televisor,
cortinas con varios rostros sagrados imprimados en ellas,
retales de las sábanas que ya no son)
puntual.

Grita. Insulta.
Secuestra el juicio estético
De los pasajeros de calle que somete
Con el poder al que han librado de los escrúpulos.

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