jueves, 3 de julio de 2008

Dos semanas de 15 años

Yo también he sido adolescente

Casi dos semanas de trabajo con adolescentes. Me siento bastante dilentante ahora mismo, metido en donde no me llaman, contrariado por no saber bien cómo actuar después del fin de semana. Sorprendido.

Mis superiores entienden las dificultades por las que paso: tu grupo, me dicen, ha resultado demasiado heterogéneo al final, son edades demasiado diversas. Tengo criaturas de 12 años que miran extasiados a los personajes de 14, que espantan a los primeros como si fueran moscas, como jamelgos desganados, igual que intentan apartar de sí cualquier cosa que no sea ellos. A mí, el curso de verano, la escuela, sus padres, un libro, el tedio, el tedio, el tedio.

Los juegos no han funcionado, y no les culpo: mis niños ya no juegan. Los más pequeños quieren jugar durante un rato, hasta que ven que los mayores lo consideran una cosa de niños. Una cosa de niños es dibujar, aun con caballetes, aun sabiendo que es mi trabajo; cosa de niños es esculpir, leer, estar sentado en clase con los pies en el suelo. Y todo, todo, es demasiado fatigoso para ellos, hasta ver una película.

Nunca hablo a los niños pequeños como si fueran niños pequeños, son personas con otras experiencias, pero me niego a dejar de hablar como niños a mis adolescentes, quiero sacarles de su papel. Y en parte funciona, ven la ironía.

Además algo resuena en mí. Este trabajo ha coincidido con un retiro de dos meses a casa de mis padres, lo que ha propiciado varios encuentros con antiguos compañeros de instituto. Recuerdos y ecos: ¿qué hacíamos nosotros en los descansos del instituto, con 13 años? Estar cansados, o actuar como si lo estuviéramos. Estar sentados. Hablar. Hablar mucho, aunque de poco. Nunca he hablado de sexo pero he escuchado, y aquellas frases llenas de misterio y autoafirmación, de fábulas grandilocuentes y oníricas onanistas odas al deseo, vuelven a mí. Sí he sido adolescente.

No hay comentarios: