En la piscina, una de mis monstruas, coge el libro que estoy leyendo. Como marcapáginas uso una foto de mi marido americano, para que la distancia no se lo lleve. Convenciones y convicciones, otra vez en juego cuando me preguntan quién es: Mi novio.
Como teoría me había hecho la pregunta alguna vez, cómo respondería a algo así, y la respuesta era que mi vida privada no es asunto de mis empleadores ni habría de interferir con mi trabajo. Una de mis monstruos más jóvenes, con una querencia enorme por las revistas del corazón adolescente, me pregunta cada poco si tengo novia, o novio, añade siempre. "No respondo a estas acusaciones", "qué te voy a contar a ti mi vida privada" o "¿te crees que esto es un programa rosa?" han sido mis respuestas.
Pero ha sido diferente cuando me han preguntado por mi marido. Sobre todo, porque decir cualquier cosa excepto la verdad sería mentir. En parte me esperaba lo que se me venía encima, en parte me han sorprendido, monstruos y monstras, agradablemente.
Lo primero que dijo la monstrua que encontró la foto fue "qué guapo". Pasó poco más inmediatamente, enseñó la foto a otros animalillos hasta que se la quite y le reprendí suavemente por trastear con mis cosas, y ahí sí alternaba entre el "no es asunto vuestro" y la respuesta más sencilla, la verdad, a medida que preguntaban que de dónde es y que cómo nos conocimos. Uno de mis monstruos más mayores y gamberros preguntó si éramos "gaynovios", así todo junto, porque había llegado tarde al chismorreo. Cuando dije que sí, sólo murmuró un ah y se tiró al agua.
Tardó dos días en ser vox-populi que el profesor tiene marido. Esto lo esperaba, y bastó con responder con un sucinto "sí", un confiado "que esto sirva como respuesta" y un "la clase no está para chismorrear". Un mastuerzo preguntó gritando "¿pero eres marica?" a lo que otro respondió gritando "sí, qué pasa". "Nada". No me molestó ninguno de los gritos porque, a estas alturas, ya he aprendido que mis animalillos se comunican así.
Esperé la llamada de algún padre y supuse que a éste debía decirle la verdad, precisamente que antepongo ésta a la mentira y que, puesto que ni di detalles sexuales ni confesé delito alguno, podía hablar con el Director si había un problema personal que creía profesional. Pero la llamada, claro, nunca ocurrió.
Claro, digo, porque la respuesta "¿Y qué pasa?" al "¿Pero eres marica?" me hizo pensar "chapeau", chapeau por estos padres contemporáneos, y chapeau, en esto, por España. Mi marido americano está fascinado, no puede ni comparar mi historia con la que se habría armado en su país. En lo del sexo, le digo, España sí es moderna. En la naturalidad. Tan naturales, le explico, que uno de mis monstruos me ha preguntado que cómo se hace cuando uno es gay, en la cama, dice, y otro ha saltado todas las barreras al preguntar si me han hecho alguna vez un enema. Inesperado del todo. Que os responda el Google, les digo, y a mi dejadme en paz con mi vida personal.
Como teoría me había hecho la pregunta alguna vez, cómo respondería a algo así, y la respuesta era que mi vida privada no es asunto de mis empleadores ni habría de interferir con mi trabajo. Una de mis monstruos más jóvenes, con una querencia enorme por las revistas del corazón adolescente, me pregunta cada poco si tengo novia, o novio, añade siempre. "No respondo a estas acusaciones", "qué te voy a contar a ti mi vida privada" o "¿te crees que esto es un programa rosa?" han sido mis respuestas.
Pero ha sido diferente cuando me han preguntado por mi marido. Sobre todo, porque decir cualquier cosa excepto la verdad sería mentir. En parte me esperaba lo que se me venía encima, en parte me han sorprendido, monstruos y monstras, agradablemente.
Lo primero que dijo la monstrua que encontró la foto fue "qué guapo". Pasó poco más inmediatamente, enseñó la foto a otros animalillos hasta que se la quite y le reprendí suavemente por trastear con mis cosas, y ahí sí alternaba entre el "no es asunto vuestro" y la respuesta más sencilla, la verdad, a medida que preguntaban que de dónde es y que cómo nos conocimos. Uno de mis monstruos más mayores y gamberros preguntó si éramos "gaynovios", así todo junto, porque había llegado tarde al chismorreo. Cuando dije que sí, sólo murmuró un ah y se tiró al agua.
Tardó dos días en ser vox-populi que el profesor tiene marido. Esto lo esperaba, y bastó con responder con un sucinto "sí", un confiado "que esto sirva como respuesta" y un "la clase no está para chismorrear". Un mastuerzo preguntó gritando "¿pero eres marica?" a lo que otro respondió gritando "sí, qué pasa". "Nada". No me molestó ninguno de los gritos porque, a estas alturas, ya he aprendido que mis animalillos se comunican así.
Esperé la llamada de algún padre y supuse que a éste debía decirle la verdad, precisamente que antepongo ésta a la mentira y que, puesto que ni di detalles sexuales ni confesé delito alguno, podía hablar con el Director si había un problema personal que creía profesional. Pero la llamada, claro, nunca ocurrió.
Claro, digo, porque la respuesta "¿Y qué pasa?" al "¿Pero eres marica?" me hizo pensar "chapeau", chapeau por estos padres contemporáneos, y chapeau, en esto, por España. Mi marido americano está fascinado, no puede ni comparar mi historia con la que se habría armado en su país. En lo del sexo, le digo, España sí es moderna. En la naturalidad. Tan naturales, le explico, que uno de mis monstruos me ha preguntado que cómo se hace cuando uno es gay, en la cama, dice, y otro ha saltado todas las barreras al preguntar si me han hecho alguna vez un enema. Inesperado del todo. Que os responda el Google, les digo, y a mi dejadme en paz con mi vida personal.