Un familiar, con quien tengo una entente cordiale para no compartir nuestras veleidades políticas, se relaja en una comida y me suelta que los inmigrantes nos lo están quitando todo, que bajan de la patera y se ponen a la cola de la seguridad social y que los médicos les atienden antes que a los españoles.
No exagero la frase porque mi familiar la pronunció ya con esa imagen exagerada: de la patera al ambulatorio, no a por primeros auxilios o tratamientos contra la hipotermia, sino a aprovecharse de lo nuestro. Zapatitos, que es como mi familiar llama a Zapatero, nos lo roba todo con los impuestos, y se lo da a los inmigrantes.
Para demostrarme lo malo que son los inmigrantes mi familiar me explica cómo en Egipto un hombre se les ofreció como guía pero después del paseo, ajá, les quería cobrar. Claro que este egipcio no era ni siquiera un inmigrante, ni un extranjero -puesto que él estaba en su casa- y me dio rabia volver a ver que mientras unos no pueden -no deben!- salir de su país y venir al nuestro, otros podemos viajar y visitar y no tenemos que demostrar nada mientras podamos pagar este derecho con dinero.
He oído antes planteamientos similares, en la Cope. Oírlo en una sobremesa familiar me revolvió el estómago, me dio una pena infinita porque la humanidad que sabe ser cruel con la humanidad no es un ente abstracto: puedo compartir un postre con ella.
Ahora Rajoy dice que 18.000 inmigrantes cobran "nuestro" paro mientras 20.000 andaluces han de marchar a vendimiar a Francia. Triste de escuchar, pero esta es una nota feliz: Rajoy ha tenido que desdecirse y lo ha hecho en parte, tal ha sido la avalancha de reproches que desde los medios, la política y las organizaciones sociales le han caído. Los vendimiadores andaluces explican que trabajan en Francia porque se les paga el doble. Es bueno que uno no pueda decir algo así y marchar tan campante, pero sus palabras han sido dichas y dejan poso.
En Italia la Camorra ha matado a 6 personas africanas. En España, hace una semana, fueron muertos otros dos africanos por un grupo de gitanos. Quizás España e Italia se las empiecen a ver con algo similar a las revueltas de los suburbios franceses de 2006, pobres y marginados contra marginados y pobres, en un sistema que los estruja laboralmente como limones y luego les quiere quitar el paro, que es como tirarlos a la basura. Pero con discursos como el de Rajoy y gestos militares como los de Berlusconi, las acciones violentas contra personas inmigrantes pueden dejar de pasar por inhumanas al tener el respaldo de los políticos, gestores nuestros y administradores de la cosa pública, en palabras y hechos.
Mientras, por mi barrio de Valencia circula una furgoneta con altavoces por los que se oye una versión electrónica del Cara al sol franquista. Son provocadores, puesto que nadie les sigue. Me molestan pero estoy tranquilo: la gente sigue sentada en esta terraza de un bar de barrio gestionado ahora por ciudadanos chinos, una señora mayor aprende a decir "Xié xié" al camarero, gracias, de nada.
No exagero la frase porque mi familiar la pronunció ya con esa imagen exagerada: de la patera al ambulatorio, no a por primeros auxilios o tratamientos contra la hipotermia, sino a aprovecharse de lo nuestro. Zapatitos, que es como mi familiar llama a Zapatero, nos lo roba todo con los impuestos, y se lo da a los inmigrantes.
Para demostrarme lo malo que son los inmigrantes mi familiar me explica cómo en Egipto un hombre se les ofreció como guía pero después del paseo, ajá, les quería cobrar. Claro que este egipcio no era ni siquiera un inmigrante, ni un extranjero -puesto que él estaba en su casa- y me dio rabia volver a ver que mientras unos no pueden -no deben!- salir de su país y venir al nuestro, otros podemos viajar y visitar y no tenemos que demostrar nada mientras podamos pagar este derecho con dinero.
He oído antes planteamientos similares, en la Cope. Oírlo en una sobremesa familiar me revolvió el estómago, me dio una pena infinita porque la humanidad que sabe ser cruel con la humanidad no es un ente abstracto: puedo compartir un postre con ella.
Ahora Rajoy dice que 18.000 inmigrantes cobran "nuestro" paro mientras 20.000 andaluces han de marchar a vendimiar a Francia. Triste de escuchar, pero esta es una nota feliz: Rajoy ha tenido que desdecirse y lo ha hecho en parte, tal ha sido la avalancha de reproches que desde los medios, la política y las organizaciones sociales le han caído. Los vendimiadores andaluces explican que trabajan en Francia porque se les paga el doble. Es bueno que uno no pueda decir algo así y marchar tan campante, pero sus palabras han sido dichas y dejan poso.
En Italia la Camorra ha matado a 6 personas africanas. En España, hace una semana, fueron muertos otros dos africanos por un grupo de gitanos. Quizás España e Italia se las empiecen a ver con algo similar a las revueltas de los suburbios franceses de 2006, pobres y marginados contra marginados y pobres, en un sistema que los estruja laboralmente como limones y luego les quiere quitar el paro, que es como tirarlos a la basura. Pero con discursos como el de Rajoy y gestos militares como los de Berlusconi, las acciones violentas contra personas inmigrantes pueden dejar de pasar por inhumanas al tener el respaldo de los políticos, gestores nuestros y administradores de la cosa pública, en palabras y hechos.
Mientras, por mi barrio de Valencia circula una furgoneta con altavoces por los que se oye una versión electrónica del Cara al sol franquista. Son provocadores, puesto que nadie les sigue. Me molestan pero estoy tranquilo: la gente sigue sentada en esta terraza de un bar de barrio gestionado ahora por ciudadanos chinos, una señora mayor aprende a decir "Xié xié" al camarero, gracias, de nada.
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