jueves, 21 de febrero de 2008

Berlin

Estampado del metro y tren de la línea metropolitana Berlinesa: el Ayuntamiento Rojo, el Congreso,
la Sinagoga en Oranienburgstrasse, Puerta de Brandenburgo y Torre de televisión en Alexanderplatz.

Vuelvo a Berlín, la ciudad amiga. Admito que no tenía ganas, igual que a veces no quiero encontrarme con un amigo algo pesado, o tendente a la tristeza, aunque le quiera. Vuelvo a Berlín algo asustado: hace mucho que no nos vemos, ¿cómo te habrás portado este tiempo? ¿Qué tienes que contarme? Lo que más temo es que no tengas nada nuevo que decir.
Tranquilo sin embargo una vez llego a Schönefeld, el pequeño aeropuerto tomado por las grandes del low-cost. Está nublado, afortunadamente. Criaturas de niebla resbalan por la hierba suburbial, las gotitas de agua se aferran donde pueden por no llegar al suelo.
El ritual de explicar a los nuevos, en la parada del Bahn, cómo llegar al centro de la ciudad, espera, ¿a qué parte vais? “No sé, tenemos dos días, ¿qué deberíamos ver primero?”. Siempre me da pena escuchar hablar así de Berlín, la ciudad escucha.

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