viernes, 31 de octubre de 2008

Mientras tanto, en el Trono


La Reina de esta llamada “Monarquía democrática” (donde las elecciones sirven para unos, pero no para otros) se ha destapado en un libro de entrevistas.

Según la borbona debería enseñarse religión (católica) a los niños en la escuelas para que entiendan el origen del mundo. Y, con ello, otras de sus creencias: que no tenemos en nuestras manos el poder de decidir sobre la vida ni con la eutanasia ni con el aborto, y que los matrimonios entre personas del mismo sexo no deberían llamarse matrimonio.

La Reina ha servido en bandeja su cabeza a los críticos. Aunque habla poco y su acento es más duro que el burbujeo gangoso que produce Juan Carlos al abrir la boca, Sofía, por escrito, se expresa alto y claro, pero con gran torpeza. Diciendo que los matrimonios entre homosexuales no debieran llamarse matrimonio ha dado el pie para multitud de frases del estilo “nuestro sistema monárquico no debiera llamarse democracia, sino de otra forma”. Como un juego de niños.

Mi aportación infantil es que el matrimonio entre familiares, entre miembros de la realeza, no debería llamarse matrimonio, sino de otra forma. “Endogamia”, “Incesto”, “Productor de monstruos” son mis opciones.

La bocazas de la Reina ha tenido la mala suerte de que su entrevista se publique justo cuando un juez deja en libertad a 16 acusados de quemar fotos reales. Ha dicho algo así como que “quemar fotos de los reyes no debiera llamarse delito, sino libertad de expresión”. Que empiece la revolución.

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