Compañía Nacional de Danza, dirigida por Nacho Duato, en el Palau de les Arts Reína Sofía de Valencia.
La danza no es mi arte. Yo bailando soy como una película de Tarantino, muy floreado, bastante imprevisible, y siempre acabado en un baño de sangre. Como espectador, tampoco me tomo muy bien normalmente ver gente saltando sin saber muy bien por qué. Me frustra tanto como no entender el idioma de algún lugar visitado, pero sin esas ocasiones consigo relajarme y disfrutar el sonido (además de la opción de no tener que hablar ni escuchar), ¿por qué no con la danza?
Fui invitado. Gratis. Gracias A. El Palacio de las Artes de mi ciudad es, por dentro, como una gran taza de váter. Hay azulejo por todos lados, lo que puede hacer fácil la analogía. Pero además la arquitectura de la sala principal tiene forma de w.c. Así que si antes de entrar ya me incomodaba ver a gente tan revestida y repeinada, como diciendo "soy un pincel para la ocasión", una vez me di cuenta de que estábamos en un aseo, la impresión de que algo fallaba se magnificó.
La ocasión: pues ver gente danzando. Gente que no nos ve. ¿A qué tanta ropa cara? ¿A qué tanto ir a la peluquería una hora antes del estreno? Es una pena que casi todo lo relacionado con la cultura sea tan "ocasional". Una vez vi, en Weimar, a Merce Cunningham y su compañía celebrando los dos siglos del bailarín sobre los escenarios. Estaba muy envejecido. No me gustó, pero vi que la gente de este pueblo pequeño que disfruta de una veintena de óperas cada mes no vestían como si la entrada de la Opernhaus fuera la de una disco de moda custodiada por dos matones cachas; como si fueran a pillar cacho.
Entonces salió Nacho Duato a escena e hizo unas piruetas que no estaban ni muy bien hechas, ni tuvieron mucho que ver con el resto de la representación. Luego me permití escuchar este idioma desconocido con placer, emocionándome, sorprendiéndome de la belleza que había en las danzas sincronizadas con la sincopada música de Bach. Bach, me tocó la fibra (esa fibra). De pronto todo eran recuerdos. Bach sirve para entrelazar mejor los recuerdos.
Feliz. Entonces volvió a ser Nacho Duato. A la salida me di cuenta de que no era el único que no entendía su papel en la obra que dirigía, más allá que el de ser director. ¿Era la musa de Bach? ¿Era el amante de la muerte? Muy raro. Parecía que estaba por estar, para ser visto, para pillar cacho. En un urinario gigante. El triunfo de Duchamp.
Feliz. Entonces volvió a ser Nacho Duato. A la salida me di cuenta de que no era el único que no entendía su papel en la obra que dirigía, más allá que el de ser director. ¿Era la musa de Bach? ¿Era el amante de la muerte? Muy raro. Parecía que estaba por estar, para ser visto, para pillar cacho. En un urinario gigante. El triunfo de Duchamp.
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