Adolescentes, enseñanza, desenseñanza, terapia.
El susto me lo llevé hace dos semanas, cuando los profesores nos repartimos los grupos y me tocó el de los chicos mayores, del último curso de EPO y varios de Secundaria. Misteriosamente todo el mundo excepto yo, que no había trabajado en el colegio los veranos anteriores, tenía ya sus cursos favoritos y ninguno eligió el mío. Yo, que sólo tenía claro que no quería a los de ESO.
La ocasión la pintan calva; me dije que era la oportunidad de revivir mi adolescencia, el periodo de mi vida del que tengo peores recuerdos y a la vez más lagunas de olvido. Hasta hace poco todavía me impresionaba pasar por delante de un grupo de adolescentes, como si yo mismo fuera uno de ellos, sujeto a las críticas más feroces de igual a igual. Un día, no hace tanto, me di cuenta de que ya soy un señor, un hombre; algo tan aparentemente fácil de ver me asombró con la fuerza de una iluminación.
Pero he visto llorar a demasiados amigos profesores, a los más fuertes, a los más guerrreros, durante los últimos años como para no llevar resguardo. Monstruos, mastuerzos, bestias de carga, apáticos, aburridos, hipersexuales, hiposexuados, desordenados, desobedientes, gritones, brivones. Yo no, yo nunca he sido así, me digo.
El susto me lo llevé hace dos semanas, cuando los profesores nos repartimos los grupos y me tocó el de los chicos mayores, del último curso de EPO y varios de Secundaria. Misteriosamente todo el mundo excepto yo, que no había trabajado en el colegio los veranos anteriores, tenía ya sus cursos favoritos y ninguno eligió el mío. Yo, que sólo tenía claro que no quería a los de ESO.
La ocasión la pintan calva; me dije que era la oportunidad de revivir mi adolescencia, el periodo de mi vida del que tengo peores recuerdos y a la vez más lagunas de olvido. Hasta hace poco todavía me impresionaba pasar por delante de un grupo de adolescentes, como si yo mismo fuera uno de ellos, sujeto a las críticas más feroces de igual a igual. Un día, no hace tanto, me di cuenta de que ya soy un señor, un hombre; algo tan aparentemente fácil de ver me asombró con la fuerza de una iluminación.
Pero he visto llorar a demasiados amigos profesores, a los más fuertes, a los más guerrreros, durante los últimos años como para no llevar resguardo. Monstruos, mastuerzos, bestias de carga, apáticos, aburridos, hipersexuales, hiposexuados, desordenados, desobedientes, gritones, brivones. Yo no, yo nunca he sido así, me digo.